Elephant Band,
Deluxe, Lovely Luna... No es que
haya que enterrar el pasado, pero Xoel López hace tiempo que puede definirse
con claridad por lo que nos ha ofrecido en los discos presentados bajo su propio
nombre. “Sueños y Pan” cierra una trilogía fantástica, a la que no se le pueden
sacar peros. Una trilogía que le ha situado como uno de los compositores más
inspirados del panorama patrio desde que con “Atlántico” redefiniera la canción
de autor de tradición anglosajona perfectamente mezclada con los dejes panamericanos
e ibéricos. Corría el año 2012 y Xoel López se presentó sin máscaras ante un
público que podía intuir lo que traía bajo el brazo, pero que quedó mucho más
satisfecho de lo que podía pensar en un principio. Y así ha seguido haciendo
hasta la presentación de este último disco que nos ocupa. Desde que iniciara su
carrera, el músico gallego puede presentarse en solitario acompañado de una
simple guitarra española o con una banda heterogénea y cercana al pop, y
siempre consigue transmitir y convencer con su discurso y su voz, cada vez mejor
definida. Un referente a estas alturas. Confirmado con el exquisito “Paramales”
y ahora refrendado con un “Sueños y Pan” más ecléctico y exigente, plagado de
nuevas historias y sensaciones en forma de canción que nos acompañarán siempre.
El tercer disco bajo el nombre de Xoel López es un canto al poder de los
sueños en comunión con la realidad. El mundo del misterio junto a lo cotidiano
y terrenal. Esta es la línea argumental del disco y a mi entender no solo en
los textos sino también en su sonoridad. La cotidianeidad más cristalina de las
guitarras desnudas junto a los detalles más transgresores que esconden los
múltiples efectos empleados para la ocasión. Xoel maneja a la perfección la
mezcla entre estos dos mundos y los deja a nuestro alcance.
Por primera vez las guitarras no son lo que más destaca en uno de sus
discos. Aquí son los teclados los que acaparan mayor presencia junto a otros
arreglos de saxo o harmónica, que por momentos cobran protagonismo en perfecta simbiosis
con el resto de sonoridades habituales en la carrera del gallego. Las seis
cuerdas ceden el testigo a otros compañeros de viaje sin que se pierda un ápice
del timbre característico de sus últimos discos publicados. Así en “Jaguar”
sorprende el solo de gaita gallega en la parte final del tema y en “Cometa” el
de saxo. La harmónica otorga el clímax a “Madrid” y una guitarra aderezada con
un efecto que nos hace confundirla con un sinte hace lo propio en “Serpes”. Sí,
este es un disco que se aleja de las orillas más convencionales del pop para
transitar por los márgenes de la canción de autor, el pop de los ochenta, la
música latinoamericana y el barroquismo más ecléctico. Además es el disco más
gallego de toda su discografía, y no solo por el sonido tradicional de la gaita
mezclado con la modernidad que asoma ya en el primer tema, sino porque dos de
sus diez canciones están cantadas en la lengua de Rosalía de Castro, y son
además las más diferenciadas de todo el conjunto. “Serpes” por ser la más
experimental, y “Durme” por ser la más sencilla y desprovista de artificios,
una nana que cierra de forma dulce el conjunto, conduciéndonos a ese sueño al
que nos invita el mismo título.
De entre estos diez temas, que pasan como un suspiro, cabría destacar
algunos por su contundencia lírica y su preciosismo musical, sobretodo en las
voces, donde Xoel se alza muy por enciman de otras de sus creaciones. Aquí
juega con las armonías vocales y crea auténticos dibujos melódicos con su voz. En
algunos momentos parece que vaya a quebrarse y en otros consigue llegar muy
lejos. Es sugerente y penetrante la línea melódica de “Cometa”. Los falsetes
que emplea al inicio de las estrofas de “Frutos” van más allá del juego y se
complementan a la perfección con la suave voz de Miren Iza, que le acompaña en
los estribillos. Resulta emocionante la suave cadencia de “Insomnio” y canta
con auténtica intensidad en “Lodo”. Y esto solo si nos detenemos en las voces,
porque si analizamos su instrumentación percibimos otros detalles fantásticos.
Vuelve a sonar a su preciado continente latinoamericano en “Lodo”, casi cercano
al romance como ocurría en su disco “Atlántico”. Algo similar ocurre en
“Primavera”, que se sostiene en un teclado que va cambiando su color con una
tonada muy Beatle en las estrofas mientras nos conduce a un capricho folclórico
bien entendido en el estribillo. Tampoco deja de lado su época más anglosajona
emparentada con Deluxe, que asoma en el uso de potentes acústicas en “Madrid”.
Nos sorprende con toques de ruidismo en los primeros acordes de “Jaguar”, así
como con los arreglos vocales que sirven de base percutiva en “Frutos”. Se tira
a la piscina con la distorsión experimental de “Serpes” o el piano que se
desmembra en el final de “Balas”, en el que reina la anarquía, como ya
ocurriera en otros temas de su discografía al que éste puede llegar a remitir.
¿No recuerda a “El Asaltante de Estaciones” por los cuatro costados, de nuevo
mano a mano con Lola García Garrido?
Si a toda la parte más técnica analizada hasta aquí le sumamos unos
textos que nos llevan al interior de nosotros mismos, la magia del disco se
torna más tangible si cabe. Xoel se mueve con curiosidad y cierta ligereza entre
la reflexión de lo etéreo y lo mundano consiguiendo un resultado inimaginable.
Nos acerca a lo cotidiano, a la familiaridad del día a día, pero siempre
influenciados por el mundo de lo onírico.
“Sueños y Pan” nos incita a adentrarnos en él sin red, dispuestos a todo
y seguros de que encontraremos algo que se ajuste a nuestras expectativas.
Ángel Luján en la producción y el mismo Xoel López junto a Charlie Bautista
repartiéndose casi todos los instrumentos han conseguido una vez más lo que ya
iniciaran en el anterior “Paramales”, solo que esta vez el resultado exige
estar más atentos y se presenta como un estupendo compendio entre este disco
citado y su predecesor “Atlántico”. Estas diez canciones nos piden buena
disposición para atender y entender su mensaje y su equilibrio sónico, basado
en esa estupenda mezcla de lo latino y lo anglosajón, de lo popular y lo
experimental. Xoel López nos brinda un disco que puede entenderse como un
viaje. Quizá cierre una trilogía o, mejor aún, abra otra todavía más fresca e
interesante.