jueves, 30 de noviembre de 2017

El britpop sigue vivo

Con un regusto al britpop de los '90, Liam Gallagher nos presenta un disco magnético y, como no podía ser de otra manera, con un buen puñado de referencias a su banda madre y sus músicos de cabecera. El disco debut del pequeño de los Gallagher se disfruta ampliamente si lo que buscamos es rock de hechuras clásicas. Quizá Oasis no vuelvan a reunirse nunca, pero como apuntaba en esta reseña para "El Giradiscos", si lo hicieran sus canciones no distarían mucho de lo que nos presenta "As you were".


No es justo hablar de debut para un músico como Liam Gallagher que lleva más de veinticinco años en este negocio. Pero es cierto que este es el primer disco que publica con su nombre tras la disolución de ese grupo heredero de los últimos Oasis que fue Beady Eye. A mi entender éste no fue un grupo nada desdeñable, pues en sus dos obras había canciones a tener en cuenta, pero lo cierto es que su sonido se distanciaba algo de los Oasis primitivos y, seamos sinceros, la mayoría de los que escuchan la voz de Liam Gallagher la asocian a “Live Forever”, “Some Might Say”, “Wonderwall”, “Supersonic” o tantos otros clásicos su banda madre y todo lo que se desvíe de allí parece no importarles. Pues bien, para todos aquellos que busquen el sonido más puro de los Gallagher “As you were” no les defraudará, pues no se separa demasiado de los cauces que frecuentaron los de Manchester, perdiendo, eso sí, el factor sorpresa que podía aportar un disco como éste. Pero no nos engañemos, que Liam Gallagher suene a él mismo no nos importa para nada, es más, nos encanta. Porque devolvernos al sonido de mediados de los noventa es justo lo que estábamos esperando.

Lo que sí podemos reprochar a este disco es su excesiva homogeneidad. Quince canciones pueden provocar que nos perdamos y que poco a poco vaya bajando nuestro nivel de atención, y más si tenemos en cuenta que su estructura es casi calcada en todas ellas y que no encontramos ninguna salida de tono, salvo en contadas excepciones. Sus canciones pueden ser fantásticas por separado y la personalidad del pequeño de los Gallagher consigue seducirnos como antaño, pero en conjunto es un disco que cuesta digerirlo de una tacada. Sí, suena a Oasis, copia a los clásicos, a su admirado John Lennon o a The Who, pero le falta la capacidad de sorpresa que imprime su hermano Noel a las canciones, y si no echemos un vistazo a los discos que éste ha publicado en solitario, una amalgama de estilos en una línea bien trazada bajo los cánones del rock, pero saliéndose por la tangente si el guión lo requiere. Liam en cambio no es capaz de hacer eso con sus canciones. Aún rodeado de colaboradores en la composición como Greg Kurstin o Andrew Wyatt no llega a la altura de su hermano mayor. Aunque también es injusto recurrir continuamente a la comparación. “As you were” es un buen disco, tiene canciones tan efectivas como su fantástico arranque “Wall of glass” o la inmensa balada de formas clásicas que es “For what it’s worth”. E incluso llega a seducirnos en terrenos más minimalistas como ocurre en la delicada “Chinatown” (sólo por este tema merece la pena acercarse al disco).

Producido por Dan Grech-Maguerat, que ha trabajado con Keane, Lana del Rey o The Vaccines, entre otros, y Greg Kurstin, que ha hecho lo propio con Kelly Clarkson, Katy Perry o Adele, “As you were” consigue salvarse, pero estos nombres no nos hacen pensar en un disco tan cercano al rock, y por eso mismo algunos pasajes chirrían, se repiten y no llegan a grabarse en nuestra memoria.


Desde luego el comienzo con “Wall of glass” y su potente pegada pide a gritos que entremos de lleno en este disco a golpe de armónica y un riff muy marcado. Con “Bold” bajan las revoluciones pero seguimos conociendo bien el terreno pisado. La actitud más macarra de los primeros Oasis sale a relucir con “Greedy Soul” e inmediatamente llegan las referencias a Lennon con “Paper Crown”. “For what it’s worth” es una perfecta balada aderezada con cuerdas y derroche de melancolía en un estilo muy cercano al tercer disco de los hermanos Gallagher “Be Here Now”, aunque la épica de este tema se pierde con la más irregular “When I’m need”. “You better run” vuelve a llamar la atención con alusiones a Beatles y Rolling Stones y se convierte en un tema adictivo en el que nos arrastra un riff acústico de lo más acertado. “I get by” sigue en la línea de la anterior hasta conducirnos a la pequeña joya del álbum, la inesperada “Chinatown”, que se asienta en una acústica arpegiada muy presente y con un Liam Gallagher entregado en su interpretación vocal, emocionada y contenida a partes iguales. “Come back to me” muestra nuevamente una actitud descarada en el fraseo de las estrofas y rompe esquemas con un solo de guitarra muy distorsionado a pesar de que el resto de los arreglos a las seis cuerdas que contiene nos recuerdan al Noel más clásico. “Universal gleam” es otra copia del mismísimo Lennon y por consiguiente del más puro sonido Oasis, cercana incluso a “Champagne Supernova”, y así, de mano de “I’ve All I need”, llegamos a lo que podría ser un perfecto cierre con una tensión mantenida que no hace sino acrecentar las grandes intenciones de este disco. Si todo acabase aquí, “As you were” habría cumplido su cometido sin llegar a sacarle muchas pegas, pero hay que tener en cuenta que en su edición especial (la más común si lo que adquirimos es la versión en CD) se le añaden tres temas más que pueden ensombrecer el resultado, principalmente porque extienden de forma innecesaria su duración final. “Doesn’t have to be that way” desentona en el conjunto y parece un experimento más cercano a los ochenta que al britpop de la siguiente década, y en “All my people / All mankind” se intuyen más pretensiones de las que realmente consigue en el oyente. No es que estos temas sean peores, pero no encajan tanto con el resto y consiguen alejar la atención casi por completo incluso en “I never wanna be like you”, que cumple con corrección su cometido de despedida sin llegar a más.

Es muy probable que Oasis no vuelvan a reunirse de nuevo, aunque una gira con los dos Gallagher juntos sería un éxito asegurado, pero si en algún momento volvieran a publicar algún trabajo en conjunto no creo que estuviera muy lejos de lo que podemos escuchar en “As you were”. Los gloriosos años del britpop no volverán, pero si lo hicieran se parecerían bastante al disco que tenemos entre manos.




jueves, 23 de noviembre de 2017

It's really wonderful!

El último disco de Killers consigue reconciliarnos con el grupo de Las Vegas y volver a creer en ellos. Diez canciones que retoman el pulso de sus dos primeros trabajos desde una línea más introspectiva aunque igualmente efectiva. Una auténtica maravilla (como indica su título) que desgrano pieza a pieza en esta reseña para "El Giradiscos".


El quinto álbum de estudio de los norteamericanos The Killers ahonda en su Nevada natal y nos arrastra a una espiral casi cinematográfica a través de sus diez estupendas creaciones. No es aventurado afirmar que este “Wonderful Wonderful” es el mejor disco del grupo desde que comenzaran a inclinarse por el pop en aquel ya lejano “Day & Age” que produjo Stuart Price y otorgó tanto éxito a The Killers, aunque también les hizo perder credibilidad en el Olimpo del rock. Los escarceos de su líder Brandon Flowers con dos discos en solitario prescindibles y su fallido “Battle Born” (aunque en su haber también contenía algunos temas nada desdeñables) les habían dejado en una encrucijada para su esperada vuelta. O bien volvían a perderse por el páramo y presentaban un disco que cayese en el olvido o conseguían despertar el interés del público acercándose a sus dos primeras obras maestras “Hot Fuss” y “Sam’s Town”. Pues bien, ni lo uno ni lo otro, pero este “Wonderful Wonderful”, aunque no por duplicado, se  gana el calificativo que anuncia su título. Nos vuelve a reconciliar con el grupo dejando de lado los intereses unilaterales de Brandon Flowers y suenan de nuevo compactos, un poco más cerca de aquellos The Killers que sorprendieron a todos con su debut en 2004. A pesar de que falta una de las patas de este banco, el cuarteto (ahora “trío temporal”) logra entregar su disco más inspirado desde el citado “Sam’s Town”. Y además sin renunciar por esto a piezas muy radiables como “The Man” o “Run for Cover”, que consiguen aunar el espíritu más duro de sus dos primeros álbumes con el más edulcorado de los dos siguientes.

La ausencia de Dave Keuning (tan solo está presente en la mitad de los temas y no de forma exclusiva) deja las guitarras repartidas entre el productor Jacknife Lee y su compañero Mark Stoermer y por eso mismo el disco contiene menos destellos a las seis cuerdas y se asienta más sobre una base de teclados que crean potentes atmósferas y unas líneas de bajo muy bien trabajadas. Puede decirse que el protagonista del disco es su bajista Mark Stoermer y, por supuesto, la personalísima voz de Brandon Flowers, entre el pop británico y el sonido norteamericano, que en estas diez canciones resalta más que en ninguno de sus anteriores discos. Flowers decía que su intención era que al escuchar estas canciones nos viniera a la cabeza el paisaje del desierto de Nevada y su querido entorno de Las Vegas y en cierto modo lo consigue. La sensación de desolación, como queriendo llevarnos de la mano al vacío del desierto, la logran con esos sintetizadores que sirven de colchón a toda la obra, y a la vez no desaparece la energía de una ciudad como Las Vegas, que se hace presente en los temas más vibrantes, sin abandonar la sensación de individualismo fruto de esa ciudad donde la luz y el color de los neones en la noche dejan ocultar a sus protagonistas solitarios como sumergidos en el desierto que les rodea.



El inicio de “Wonderful Wonderful” ya nos deja ver claramente el predominio de los teclados en sus primeros compases seguido de una línea de bajo potente e incisiva, una constante en muchos más temas del disco. “The Man” contrasta con este inicio más reflexivo y explota como un “Human” más orgánico. “Rut” es la única canción compuesta por los cuatro miembros originales del grupo (el resto tienen como ayudante en las tareas de composición al omnipresente Jacknife Lee) y en ella Brandon Flowers consigue sobrecogernos con una interpretación brillante. “Life to Come” se acelera y vuelve a hacernos creer en este grupo del que habíamos desconfiado. Ahí están sus lamentos vocales (por momentos parece que Flowers vaya a quebrarse), su pegada pop y su construcción bien asentada en una base rítmica muy sólida (no nos olvidemos que Ronnie Vanucci sigue llevando las baquetas de este combo). Solo nos faltarían algunos toques más incisivos de la guitarra de Keuning, pero apenas los necesitamos cuando el resto está tan bien armado. Cuando llega “Run for Cover” asistimos a una reencarnación de los mejores momentos de la banda, parece que suene una revisión de “When you were Young” o “Somebody Told Me”, una auténtica bomba muy bien recibida por los nostálgicos, aunque sería injusto decir sencillamente que The Killers rememoran sus mejores momentos con temas como éste, más bien demuestran que su vuelta hay que tomarla muy en serio.

Con “Tyson vs. Douglas” nos remiten también a sus momentos más inspirados con un estribillo de los que se graban en el imaginario colectivo. Sin necesidad de que destaquen las guitarras y con unos sintetizadores envolventes (se nota la mano de Brian Eno en la composición) “Some kind of Love” consigue estremecernos y se convierte en uno de los temas más sentidos de su carrera, absolutamente imprescindible. “Out of my Mind” sin embargo parece sacada de los grandes éxitos de una banda pop de los ochenta. No dice nada a pesar de intentar atraer nuestra atención con referencias a McCartney o Springsteen. La producción adicional de Stuart Price en este tema desmerece porque es en el único que aporta algo y sin embargo lo convierte en el menos logrado del disco. “The Calling” nos conduce por la senda del blues electrónico con bastante acierto y podría intentar hacer la competencia a Dave Gahan y los suyos. Casi sin darnos cuenta llegamos al final con un tema en el que vuelven a predominar los teclados y con una guitarra brillante que corre a cargo del mismísimo Mark Knopfler y su inconfundible toque personal a las seis cuerdas. Me refiero a “Have all the songs been written?”, una canción con un poso de solemnidad que cierra el conjunto con épica, algo que persigue intencionadamente esta colección. Diez temas que podrán ser criticados por todos aquellos que desean ver a los Killers doce años atrás, pero que por encima de todas las opiniones, nos devuelven a un grupo confiado, inspirado y creíble. “It's really wonderful!”.



miércoles, 15 de noviembre de 2017

Fantástico "salvavidas"

Jorge Drexler ha vueto a sorprenderme y enamorarme con su música. Esta vez con una colección de canciones cuyo único recurso utilizado ha sido la guitarra y la voz. Aunque con esta premisa pueda parecer imposible, Drexler nos presenta un disco de los más elaborados de su carrera mostrando las múltiples facetas de búsqueda de este artista imprescindible. Publicadas primero en "El Giradiscos" comparto también desde este cuaderno de bitácora mis gratas impresiones sobre este disco.


¿Cómo empezar a hablar de “Salvavidas de Hielo”? ¿Es quizá uno de los discos más directos de Jorge Drexler o tal vez, debido su aparente sencillez, es el más elaborado? Sabemos que el último disco del uruguayo está enteramente grabado utilizando sólo los sonidos de guitarras y voces y cuando lo escuchamos no podemos creerlo. Hay que pararse en cada canción para adivinar de dónde viene cada sonido, cómo puede ser que sólo suenen guitarras. Y es que con este instrumento ha conseguido sacar todo tipo de ritmos (algunos casi parecen electrónicos), resonancias que van mucho más allá de las seis cuerdas e infinidad de matices. Sinceramente yo sigo frotándome los ojos como intentando despertar de un sueño cada vez que lo escucho porque me parece imposible que estos dos únicos elementos sean responsables de todo lo que aparece en este magnífico disco.

Hasta ahora no ha habido un disco de Jorge Drexler que no me haya parecido estimulante. Todos ellos aguardan algún misterio y mucho riesgo. Desde el discreto “Vaivén”, al electrónico “Sea” o el orgánico “Amar la Trama”, desde el minimalista “12 segundos de oscuridad”, al explosivo “Eco” o el percusivo “Bailar en la Cueva”. Y con éste ha vuelto a dar otro paso inteligente, mostrando su infatigable espíritu de búsqueda y su generosidad en forma de canciones que desprenden pedazos de una vida de la que siempre nos hace partícipes.

Dejando atrás su parte más técnica este “Salvavidas de Hielo” vuelve a mostrar a un músico-persona, lejos de las poses y apariencias. Un músico al que lo que le importa es entregarse al oyente y que al mismo tiempo se cree de verdad todo lo que canta. Sus temas son muy personales, casi podría decirse que se desnuda ante el oyente y le plantea hacer totalmente suyas las vivencias del protagonista de estas canciones. Convence cuando ataca temas universales como la continua búsqueda de la especie humana en “Movimiento”, la llegada de una nueva era en “Despedir a los Glaciares” o los parabienes tecnológicos en “Telefonía”, pero también toca la fibra cuando se va a temas más personales e íntimos como ocurre en “Asilo”, “Salvavidas de Hielo” o “Pongamos que hablo de Martínez”, donde muestra su agradecimiento en primera persona a un músico que le cambió la vida y al que no es muy difícil reconocer desde el título de la propia canción.


Los armónicos de “Movimiento” abren el disco en una canción que entronca perfectamente con su anterior trabajo “Bailar en la Cueva”. Un diez para empezar con esa idea de desplazamiento y la temática del ciudadano global, buscando los orígenes del nomadismo inherente al ser humano. El slide toma las riendas de “Telefonía” junto a una magnífica percusión elaborada con las cajas de resonancia de las guitarras. Una canción aparentemente sencilla pero que está muy lejos de ser un simple tema radiable. “Silencio” es adictiva, con ese finger picking que engancha y te lleva irremediablemente hacia su provocador estribillo donde se hace el silencio, sostenido hasta los siete segundos (casi una eternidad en un disco) antes de llegar a su abrupto final. “Pongamos que hablo de Martínez” es emocionante y funciona perfectamente como un ejercicio de gratitud sincero del propio Drexler hacia uno de sus artistas de cabecera, aquel que le apadrinó para venir a España con su “Vaivén” allá por el año 1996. “Estalactitas” gira su mirada sonora hacia Latinoamérica e introduce guiños a “Sing Street”, una fantástica película que le sirvió de inspiración tal y como refleja en el libreto. “Asilo” es una de las gemas que esconde el disco. La voz de Mon Laferte te eriza la piel, te acaricia y te mece. Una canción que se basta con una eléctrica arpegiada sin más florituras rítmicas para grabarse dentro y no abandonarte. Maravillosa metáfora la del asilo para la noche enamorada. Otra voz femenina, la de Julieta Venegas, se hace protagonista en “Abracadabras”, sirviendo de contrapunto a la canción anterior. Rítmica, fresca, provocadora. El dueto nos lleva hasta Brasil con un espíritu mucho más alegre y festivo. Seguimos en el nuevo continente durante el minutaje de “Mandato”, entre la cumbia y el vallenato, más cerca de Colombia que del México donde fue grabada. “Despedir a los Glaciares” suena a lamento. Remueve nuestros sentidos buscando un cambio interior unido al otro global que sugiere su letra. Aquí además se deja ver un tratamiento de las guitarras que crea atmósferas casi de otro planeta, para lo que cuenta con uno de sus colaboradores habituales en las eléctricas como es Vicent Huma. La guitarra española deja atrás los experimentos en “Quimera”, que recuerda a algunos temas de sus primeros discos. Vuelve el aroma a “Llueve” o “Frontera” y a los seguidores de siempre del uruguayo nos ilumina una leve sonrisa. Éste es el Drexler que nos perturba y nos lleva a otro de sus cierres casi perfectos (no se puede negar que el músico es un maestro en abrir y cerrar discos con temas que te hacen volver a ellos sin remisión). “Salvavidas de Hielo” está cantada al unísono con Natalia Lafourcade, dejando ver el lazo que le une a ese México que ahora sí se deja notar y que despide este disco con un lamento enamorado vital y conmovedor, utilizando ese toque único de Jorge Drexler en la española.

Coproducido junto al ya habitual Carles Campi Campón y mezclado por Matías Cella, “Salvavidas de Hielo” supone una nueva confirmación del inagotable talento de este gran músico y de su inquietud en el fondo y las formas de todo cuanto hace. Un disco para degustar con calma que seguro nos regalará algo nuevo en cada escucha. Porque a pesar de que este salvavidas pueda derretirse, con sus canciones nunca llegaremos a hundirnos.