La última noche del mes de septiembre se celebró como todos los años en nuestra ciudad el Festival de Música Independiente de Zaragoza (FIZ). Dominado siempre por los sonidos y grupos de la escena "indie", esta vez el conocido festival optó por tener como cabeza de cartel a un peso pesado de la escena pop española. Nada más y nada menos que a nuestros paisanos Amaral, que dieron un pequeño giro a la "independencia" del festival llevándola hacia terrenos más radiables o convencionales, lo que dejó a la noche algo falta de cohesión, ya que las diferencias de público y entrega con el resto de los grupos congregados (incluidos los internacionales Morcheeba) no tuvieron el mismo impacto que el recibido por Juan Aguirre y Eva Amaral. A pesar de esto el FIZ volvió a ser una gran celebración aunque también se pudieron apreciar algunas irregularidades como he querido reflejar en mi crónica para "El Giradiscos".
Un año más el FIZ se convierte en uno de los últimos coletazos de la
temporada de festivales. Esta vez con un cartel muy variopinto pero no por ello
menos atrayente. Sin embargo la intensa noche tuvo también sus momentos menos
inspirados y en el cómputo global se podría decir que le faltó algo de
cohesión. La presencia de Amaral en la XVII edición del festival de música
independiente de la capital aragonesa consiguió convocar a un número
considerable de seguidores del dúo maño, pero que dejaron a medio aforo otras
de las actuaciones de la noche. Muchos de los que se acercaron hasta la Sala
Multiusos del Auditorio zaragozano (una vez más con un sonido mejorable) lo hacían
única y exclusivamente para ver a Amaral, pero no comulgaron con el resto de
los protagonistas de la velada, y eso no deja de ensombrecer el resultado. No
quiero decir con esto que la actuación de Amaral no fuera buena, pero quizá no
arrastró al público habitual de otros años, más acostumbrado a este tipo de
eventos. Pero vayamos por partes.
La tarde-noche la inauguraron los oscenses Kiev cuando Nieva, aunque su
pop lánguido propició un arranque algo frío a pesar de sus sonidos amables.
Había que esperar a que llegase un público más numeroso para caldear el
ambiente como ocurrió en el turno de Triángulo de Amor Bizarro, que ya habían
visitado el festival en otras ocasiones, pero que de nuevo me dejaron
indiferente por su sonido emborronado y sus incisivos cortes punk en los que no
llegaban a entenderse sus letras. Tan solo cuando las revoluciones bajaban e
Isabel Cea tomaba las riendas el cuarteto gallego consiguió convencer.
Llegó el turno de los maestros de los festivales en este último año.
Sidonie volvían de nuevo a la ciudad en un formato más comprimido en tiempos
(es lo que tienen los festivales), pero cargado de intensidad. Una vez más
llegaron y triunfaron como solo ellos saben hacer. Provocando, disfrutando como
nadie en el escenario y dibujando enormes sonrisas de satisfacción entre su
público más incondicional. Volvieron a convertir en un karaoke mágico su
interpretación de “No sé dibujar un perro”, nos llevaron al “Bosque” de la mano
de la psicodelia de los y encendieron la mecha de un “Incendio” que solo ellos
saben prender. Marc Ros volvió a darse un baño de masas a hombros entre el público
mientras interpretaba “Un día de Mierda” y constató su amor por la música y
todos los que se dedican a ello con ese nuevo himno por derecho propio que es
“Carreteras infinitas”. Definitivamente los barceloneses son el mejor grupo
para “levantar un festival” y dar buena cuenta de lo que es un concierto para
disfrutar de principio a fin, al que no le falta de nada.
Con la resaca emocional que dejaba Sidonie, la corrección y buenas
maneras del grupo internacional de la noche iba a hacer decaer algo los ánimos,
al menos en los primeros temas que ofrecieron los británicos Morcheeba. La voz
de Skye Edwards desmereció algo por el volumen de los instrumentos, que por
momentos llegaban a taparla. Sin embargo poco a poco la banda liderada por Ross
Godfrey ganó enteros desde que interpretaron una fantástica versión del “Let’s
Dance” de Bowie y atacaron alguno de sus mayores éxitos como “The Sea”,
“Blinfold” o el cierre por todo lo alto con “Rome wasn’t built in a Day”.
Lamentablemente muchos de los que iban llenando la sala en el último tramo del
concierto de Morcheeba no sabían bien lo que estaban viendo y la banda pudo
quedar algo defraudada por un ambiente algo indiferente a pesar de su elevado
nivel.
Llegadas las doce y media de la noche los acordes de “All tomorrow’s
parties” de la Velvet Underground anunciaban que Juan Aguirre y Eva Amaral
subían al escenario Ámbar del FIZ. El dúo jugaba en casa y se mostró feliz
desde el primer momento por poder formar parte de este festival que pisaban por
primera vez en sus veinte años de carrera. Amaral se encuentran además en el
último tramo de su gira Nocturnal, a punto de cerrarla con un concierto que se
grabará para su posterior edición en DVD en el Palacio de los Deportes de
Madrid el próximo 28 de octubre. Después de más de un año de gira los cinco
miembros que forman la banda en directo están perfectamente engrasados, han
dado alguna vuelta de tuerca a las canciones de su repertorio y suenan
plenamente convincentes. Podría decirse que es el mejor momento de la banda y
como no podía ser de otra forma tenían la labor de demostrarlo de nuevo en
Zaragoza. El setlist comenzó presentando su nueva canción “Hijas del Cierzo” y pudo
presumir de una estructura muy bien hilvanada. 100% efectividad y una respuesta
del público abrumadora. Era evidente que la mayoría de los presentes estaban
esperando este momento y sin demasiado esfuerzo se dejaron llevar. Una tras
otra y con precisión milimétrica fueron cayendo “Revolución”, “Nocturnal”,
“Estrella de Mar” o “Cómo hablar”, por citar alguno de los éxitos más populares
del dúo que se escucharon en la madrugada del sábado. Podrían haber dejado de
lado la previsible “El universo sobre mí” o el que para mí es su éxito más
insustancial y prescindible, “Marta, Sebas, Guille y los demás”. Sin embargo,
para compensar estos tropiezos ofrecieron una épica “Hoy es el principio del
final” y una versión algo más cercana al techno de “Chatarra”, terminando con
“Sin ti no soy nada” y “Llévame muy lejos”, que demuestran que la exigencia con
el oyente no está reñida con un público masivo.
Lástima que tras la explosión maña, el público se fue dispersando y
Guille Milkyway con su Casa Azul necesitó ganarse uno a uno a los que
permanecieron al pie del cañón. A pesar de que las programaciones fallaron algo
en su sincronización con la banda, lo cierto es que con la efectividad de su
pop, con su escenografía cuidadísima que combina la música con imágenes muy
bien seleccionadas y, como no, con sus reconocibles gafas al más puro estilo
Daft Punk, La Casa Azul quedó tal vez como la propuesta más fresca de la noche
y la que mejor recogía el espíritu de este festival que lleva el cada vez más
difuso apellido de “independiente”, pero que con ese espíritu quiere llegar a
su mayoría de edad. La Casa Azul se despidió con su “Revolución Sexual” y ese
maravilloso pop de estilo que les define, para dejar que la noche terminase de
la mano de Yall y We are not DJ’s. Las luces del FIZ se apagaron un año más
esperando un mejor sonido y un cartel algo más equilibrado que ponga la guinda
a la próxima edición del 2018.
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