lunes, 3 de julio de 2017

Inolvidable Polifonik

El décimo aniversario del festival Polifonik Sound celebrado en Barbastro (Huesca) fue un auténtico regalo para los sentidos de todos los congregados en el recinto ferial de la capital del Somontano. Profesionalidad, calidad, buen gusto, sorpresa, pasión, emoción, júbilo, admiración... calificativos que definen los dos días de festival en el que se dieron cita desde los sonidos acústicos de Mikel Erentxun y su mágico concierto en la bodega "El grillo y la luna" hasta la potencia de Full, el descaro de Sidonie, el buen hacer de Ramón Mirabet o el magnetismo de Iván Ferreiro. Una experiencia inolvidable como intenté reflejar en esta crónica que fue publicada al cierre de la edición del Polifonik en "El Giradiscos" y que una semana después de echar el cierre al festival la comparto con todos vosotros en mi blog, aprovechando también la ocasión para desearos un feliz verano lleno de música.


En uno de los fines de semana más calurosos que se recuerdan por Barbastro se celebraba la décima edición del festival Polifonik Sound, con un cartel que destacaba una de sus ediciones más logradas. El nivel del festival fue creciendo a medida que se sucedían las diferentes actuaciones del viernes y sábado y eso que el Polifonik arrancó con la energía surfero-festiva de Bigott y la contundencia emocional de Iván Ferreiro, que siendo el primero de los grandes conciertos programados dejó a todos los presentes extasiados, seguros de haber asistido a un concierto breve pero de los más intensos ofrecidos por el músico vigués en su larga trayectoria en directo. Sin dejar de lado su más reciente disco “Casa”, del que no faltó su tema capital “El pensamiento circular”, Ferreiro atacó otros grandes clásicos de su repertorio en solitario y con Piratas como “El equilibrio es Imposible”, “Extrema pobreza”, “El viaje de Chihiro”, “Cómo conocí a vuestra madre” y la imprescindible “Turnedo”, que puso el broche final a un concierto más enérgico de lo habitual para este músico. La noche continuó con el pop fresco de Amatria, que demostraron que pueden hacer mucho con una guitarra clásica pasada por algunos filtros, un bajo bien marcado y algunas programaciones que levantaron a gran parte del personal congregado en el escenario principal del festival, donde no faltaron tampoco explosiones de confeti buscando el efectismo necesario cuando lo que verdaderamente falta es algo de gancho. La primera noche terminó con Varry Brava, aunque los platos principales del festival se iban a servir en la jornada del sábado, comenzando temprano con Mikel Erentxun.



La bodega del Somontano “El Grillo y la Luna” acogió a las doce del medio día un concierto íntimo del artista vasco. Un espacio diferente que congregó a unos pocos afortunados alrededor de Mikel Erentxun, únicamente acompañado por su Gibson acústica, para presentarnos principalmente los temas de “El hombre sin sombra”, del que sonaron sus mejores piezas como “Libélulas”, “El principio del final” o “Héroe”. Conforme el concierto avanzaba y se caldeaba la bodega la presencia de los temas de Duncan Dhu fue en aumento junto con alguna sorpresa como las versiones de “El Rompeolas” de Loquillo y “Marylin Monroe” de Manolo Tena. Pero lo que realmente hizo que el público se entregase de verdad fue su efectiva concatenación de grandes éxitos entre los que no faltaron “Entre salitre y sudor”, “Cien gaviotas”, “En algún lugar” o “Jardín de Rosas”, con la que puso el cierre. La propuesta de Mikel Erentxun en un escenario diurno y fuera del recinto ferial donde se centraban las actuaciones del Polifonik hizo más especial si cabe este regalo de un artista que goza de uno de sus momentos más inspirados y que no necesita más armas que su guitarra y su voz para ganarse a todo el que quiera acercarse a él.


Los artistas que figuraban como cabeza de cartel del décimo aniversario del Polifonik Sound partían como favoritos para la mayoría de los reunidos en este último fin de semana de junio en la capital del Somontano, pero como pasa en muchos festivales, lo mejor puede que no sea lo que más esperas sino que precisamente lo menos deseado es lo que puede convertirse en un verdadero descubrimiento. Y eso es lo que sucedió en la segunda noche del festival. A pesar de que Cosmen Adelaida fueron programados en el escenario exterior mientras todavía reinaba un sol de justicia, sus reminiscencias a Joy Division dejaron intuir parte de su oscuridad innata. Tailor for Penguins convencieron con su pop vibrante muy bien hilvanado y con una voz que más allá de ser correcta consigue enganchar. Por momentos podían parecer demasiado perfectos o quizá más apropiados para un público juvenil, pero su dominio de las tablas convenció incluso a Sidonie, que no se perdieron ni un minuto de esta actuación desde el lateral del escenario.


Mientras sonaba el grupo bilbaíno Señores el sol comenzaba a caer para dar paso a la noche más corta del año que se inauguró con Ramón Mirabet, llegando así al que se convirtió, sin esperarlo, en el plato fuerte del festival. El catalán y su potente banda perfectamente engrasada ofrecieron sesenta minutos de folk fresco y emocionante. Su voz, que por momentos sonaba rota a modo de lamento, nos dejó a todos profundamente conmovidos, y las canciones presentadas (la mayoría de su último disco) demostraron que Mirabet se puede convertir en referencia de una amalgama de estilos que domina con gran soltura. Porque el escenario principal del Polifonik no sólo se vistió de toques folk sino que también nos dio una lección de blues bien entendido, así como de otras aproximaciones a la música sureña norteamericana, el jazz o el country. Un auténtico descubrimiento que derrochó carisma y nos regaló un concierto de los que tardan en desaparecer de nuestro subconsciente, destacando temas sobresalientes como “Go”, “Home is where the Heart is”, “For the Lady”, “Bring it on home to me”, “Carpe Diem” o el más conocido “Those Little things”.


A continuación Maga templó los ánimos antes de atacar el siempre eficaz y potente directo de Sidonie. Cada vez que veo a estos músicos entiendo que sus conciertos son lo más parecido a una auténtica fiesta. Difícil encontrar una propuesta tan atractiva en nuestro panorama musical. Sus directos son infalibles y ellos lo saben. Saborean su mejor momento y como nos cuentan en uno de sus últimos éxitos tienen “los superpoderes necesarios para levantar a todo un festival” y hacerlo subir a lo más alto: interpretando canciones en medio del público, compartiendo micro con los asistentes más jóvenes o dirigiendo un karaoke colectivo. Marc Ros y los suyos son en este momento la apuesta más segura para triunfar en cualquier festival, pero se lo han ganado a base de mucho esfuerzo. No importa tanto si sus conciertos no son técnicamente perfectos (aunque contaron con el mayor montaje de luces y escenografía de los que se vieron en las dos noches), aquí lo más importante es la actitud y el espíritu transmitido de fiesta colectiva, dejando que temas tan redondos como “Costa Azul”, “Siglo XX”, “En mi garganta”, “El Incendio” o “Estáis aquí” hagan el resto.



A estas alturas de la noche la alternativa la tomaron los sevillanos Full, que capitaneados por Javier Valencia demostraron su saber estar en las tablas de este festival (era la tercera vez que participaban en el mismo) y medir las emociones con su público, que comenzó aproximándose tímidamente hacia el escenario y terminó entregado y absolutamente rendido a su particular “Tercera Guerra Mundial”. Sin duda, otra de las gratas sorpresas de esta edición del Polifonik.


Con los vítores hacia Delafé y las primeras gotas de lluvia que dejaban atrás el sofocante calor previo se echaba el cierre de un festival más que asentado en tierras aragonesas y que destaca por ser capaz de combinar perfectamente las actuaciones en sus dos escenarios para que los asistentes puedan disfrutar de todos los artistas del cartel. Además esta ocasión destacó especialmente por el gran trabajo de los ingenieros de sonido que ofrecieron una claridad sonora excepcional en todas las actuaciones, algo muy de agradecer en este tipo de eventos. Como resultado global, un cartel de artistas sorprendente adaptado a múltiples gustos que ofrecieron lo mejor de sí mismos, junto a una magnífica organización y un ambiente inmejorable proporcionado gracias al tamaño ideal para garantizar el éxito en un festival de este estilo. ¡¡Brindo por muchos años más de Polifonik!!