El décimo aniversario del festival Polifonik Sound celebrado en Barbastro (Huesca) fue un auténtico regalo para los sentidos de todos los congregados en el recinto ferial de la capital del Somontano. Profesionalidad, calidad, buen gusto, sorpresa, pasión, emoción, júbilo, admiración... calificativos que definen los dos días de festival en el que se dieron cita desde los sonidos acústicos de Mikel Erentxun y su mágico concierto en la bodega "El grillo y la luna" hasta la potencia de Full, el descaro de Sidonie, el buen hacer de Ramón Mirabet o el magnetismo de Iván Ferreiro. Una experiencia inolvidable como intenté reflejar en esta crónica que fue publicada al cierre de la edición del Polifonik en "El Giradiscos" y que una semana después de echar el cierre al festival la comparto con todos vosotros en mi blog, aprovechando también la ocasión para desearos un feliz verano lleno de música.
En uno de los fines de semana más calurosos que se recuerdan por
Barbastro se celebraba la décima edición del festival Polifonik Sound, con un
cartel que destacaba una de sus ediciones más logradas. El nivel del festival
fue creciendo a medida que se sucedían las diferentes actuaciones del viernes y
sábado y eso que el Polifonik arrancó con la energía surfero-festiva de Bigott
y la contundencia emocional de Iván Ferreiro, que siendo el primero de los
grandes conciertos programados dejó a todos los presentes extasiados, seguros
de haber asistido a un concierto breve pero de los más intensos ofrecidos por
el músico vigués en su larga trayectoria en directo. Sin dejar de lado su más
reciente disco “Casa”, del que no faltó su tema capital “El pensamiento circular”,
Ferreiro atacó otros grandes clásicos de su repertorio en solitario y con
Piratas como “El equilibrio es Imposible”, “Extrema pobreza”, “El viaje de
Chihiro”, “Cómo conocí a vuestra madre” y la imprescindible “Turnedo”, que puso
el broche final a un concierto más enérgico de lo habitual para este músico. La
noche continuó con el pop fresco de Amatria, que demostraron que pueden hacer
mucho con una guitarra clásica pasada por algunos filtros, un bajo bien marcado
y algunas programaciones que levantaron a gran parte del personal congregado en
el escenario principal del festival, donde no faltaron tampoco explosiones de
confeti buscando el efectismo necesario cuando lo que verdaderamente falta es
algo de gancho. La primera noche terminó con Varry Brava, aunque los platos
principales del festival se iban a servir en la jornada del sábado, comenzando
temprano con Mikel Erentxun.
La bodega del Somontano “El Grillo y la Luna” acogió a las doce del medio
día un concierto íntimo del artista vasco. Un espacio diferente que congregó a
unos pocos afortunados alrededor de Mikel Erentxun, únicamente acompañado por
su Gibson acústica, para presentarnos principalmente los temas de “El hombre
sin sombra”, del que sonaron sus mejores piezas como “Libélulas”, “El principio
del final” o “Héroe”. Conforme el concierto avanzaba y se caldeaba la bodega la
presencia de los temas de Duncan Dhu fue en aumento junto con alguna sorpresa
como las versiones de “El Rompeolas” de Loquillo y “Marylin Monroe” de Manolo
Tena. Pero lo que realmente hizo que el público se entregase de verdad fue su
efectiva concatenación de grandes éxitos entre los que no faltaron “Entre
salitre y sudor”, “Cien gaviotas”, “En algún lugar” o “Jardín de Rosas”, con la
que puso el cierre. La propuesta de Mikel Erentxun en un escenario diurno y
fuera del recinto ferial donde se centraban las actuaciones del Polifonik hizo
más especial si cabe este regalo de un artista que goza de uno de sus momentos
más inspirados y que no necesita más armas que su guitarra y su voz para
ganarse a todo el que quiera acercarse a él.
Los artistas que figuraban como cabeza de cartel del décimo aniversario
del Polifonik Sound partían como favoritos para la mayoría de los reunidos en
este último fin de semana de junio en la capital del Somontano, pero como pasa
en muchos festivales, lo mejor puede que no sea lo que más esperas sino que
precisamente lo menos deseado es lo que puede convertirse en un verdadero
descubrimiento. Y eso es lo que sucedió en la segunda noche del festival. A
pesar de que Cosmen Adelaida fueron programados en el escenario exterior
mientras todavía reinaba un sol de justicia, sus reminiscencias a Joy Division
dejaron intuir parte de su oscuridad innata. Tailor for Penguins convencieron con
su pop vibrante muy bien hilvanado y con una voz que más allá de ser correcta
consigue enganchar. Por momentos podían parecer demasiado perfectos o quizá más
apropiados para un público juvenil, pero su dominio de las tablas convenció
incluso a Sidonie, que no se perdieron ni un minuto de esta actuación desde el
lateral del escenario.
Mientras sonaba el grupo bilbaíno Señores el sol comenzaba a caer para
dar paso a la noche más corta del año que se inauguró con Ramón Mirabet, llegando
así al que se convirtió, sin esperarlo, en el plato fuerte del festival. El
catalán y su potente banda perfectamente engrasada ofrecieron sesenta minutos
de folk fresco y emocionante. Su voz, que por momentos sonaba rota a modo de
lamento, nos dejó a todos profundamente conmovidos, y las canciones presentadas
(la mayoría de su último disco) demostraron que Mirabet se puede convertir en referencia
de una amalgama de estilos que domina con gran soltura. Porque el escenario
principal del Polifonik no sólo se vistió de toques folk sino que también nos
dio una lección de blues bien entendido, así como de otras aproximaciones a la
música sureña norteamericana, el jazz o el country. Un auténtico descubrimiento
que derrochó carisma y nos regaló un concierto de los que tardan en desaparecer
de nuestro subconsciente, destacando temas sobresalientes como “Go”, “Home is
where the Heart is”, “For the Lady”, “Bring it on home to me”, “Carpe Diem” o el
más conocido “Those Little things”.
A continuación Maga templó los ánimos antes de atacar el siempre eficaz y
potente directo de Sidonie. Cada vez que veo a estos músicos entiendo que sus conciertos
son lo más parecido a una auténtica fiesta. Difícil encontrar una propuesta tan
atractiva en nuestro panorama musical. Sus directos son infalibles y ellos lo
saben. Saborean su mejor momento y como nos cuentan en uno de sus últimos
éxitos tienen “los superpoderes necesarios para levantar a todo un festival” y
hacerlo subir a lo más alto: interpretando canciones en medio del público,
compartiendo micro con los asistentes más jóvenes o dirigiendo un karaoke
colectivo. Marc Ros y los suyos son en este momento la apuesta más segura para
triunfar en cualquier festival, pero se lo han ganado a base de mucho esfuerzo.
No importa tanto si sus conciertos no son técnicamente perfectos (aunque
contaron con el mayor montaje de luces y escenografía de los que se vieron en
las dos noches), aquí lo más importante es la actitud y el espíritu transmitido
de fiesta colectiva, dejando que temas tan redondos como “Costa Azul”, “Siglo
XX”, “En mi garganta”, “El Incendio” o “Estáis aquí” hagan el resto.
A estas alturas de la noche la alternativa la tomaron los sevillanos
Full, que capitaneados por Javier Valencia demostraron su saber estar en las
tablas de este festival (era la tercera vez que participaban en el mismo) y
medir las emociones con su público, que comenzó aproximándose tímidamente hacia
el escenario y terminó entregado y absolutamente rendido a su particular
“Tercera Guerra Mundial”. Sin duda, otra de las gratas sorpresas de esta
edición del Polifonik.
Con los vítores hacia Delafé y las primeras gotas de lluvia que dejaban
atrás el sofocante calor previo se echaba el cierre de un festival más que
asentado en tierras aragonesas y que destaca por ser capaz de combinar
perfectamente las actuaciones en sus dos escenarios para que los asistentes
puedan disfrutar de todos los artistas del cartel. Además esta ocasión destacó
especialmente por el gran trabajo de los ingenieros de sonido que ofrecieron
una claridad sonora excepcional en todas las actuaciones, algo muy de agradecer
en este tipo de eventos. Como resultado global, un cartel de artistas
sorprendente adaptado a múltiples gustos que ofrecieron lo mejor de sí mismos,
junto a una magnífica organización y un ambiente inmejorable proporcionado
gracias al tamaño ideal para garantizar el éxito en un festival de este estilo. ¡¡Brindo por muchos años más de Polifonik!!