jueves, 17 de diciembre de 2015

15151

“15151” es más que un disco, más que un directo que recoge toda la esencia de Vetusta Morla sobre el escenario: Es un regalo para todos los que sabemos que la música es más que una serie de notas ordenadas, es una manera de reconocerse parte de una historia que empezó con la publicación de un disco mágico que nos llamaba a todos a entenderlo como propio, como la forma de conectar y reconocer nuestra propia “deriva”, y que culmina con este encuentro único entre artista y público después de mucho kilómetros recorridos y muchas “derivas” afrontadas. Con “15151” puede ponerse punto y final a una historia para comenzar a escribir una nueva que nos permita aprender de lo vivido y afrontar nuevos caminos.


Con Vetusta Morla tengo una conexión especial y esta “deriva” me permitió crecer y aprender de algún fracaso. Además su gira ha sido una de las más espectaculares que he vivido por su capacidad para conectar y trasmitir. El grupo estaba en lo más alto, pero siempre mostrando una comunión perfecta y honesta con su público. Por eso ahora en su disco en directo no sólo tienen en cuenta a los 15000 asistentes que presenciaron su grabación en el Palacio de los Deportes de Madrid el pasado mes de mayo, sino que también están los 150 miembros de su equipo que los han acompañado en este camino (que ha sido más que una simple gira) y el propio oyente, ese último miembro como yo, que se une a los otros 15150 para formar un todo. Me encanta el poder del título elegido para este disco y su valioso significado. Porque precisamente al escucharlo revivo los conciertos que he disfrutado de Vetusta Morla en este último año y medio, pero a la vez me siento uno más de los que están en ese Palacio de los Deportes, me siento en perfecta comunión de algo que trasciende más allá del disco físico. En “15151” estoy también yo y mi propia “deriva”.


Sería estupendo que se publicara también el DVD de lo recogido en el disco. Pude verlo en una gran pantalla de cine el pasado día 3 de diciembre y me sobrecogió sentir tan de cerca al grupo, desde otro punto de vista muy atractivo. Fiel a lo que todos hemos visto en sus directos, sin grandes artificios, sólo la música en perfecta sintonía con la imagen, pero mostrado desde el mismísimo centro del escenario. Una imagen que no distrae, que incluso peca de una falta de nitidez a la que no estamos acostumbrados en los DVD’s comercializados, y que nos recuerda perfectamente al ambiente de un concierto en vivo, con imperfecciones, pero igualmente brillante. Si conseguimos entender que esa es la intención que creo que ha tenido el director de fotografía de la película, el propio directo se enriquece más y se hace más real. “15151” toma entonces una dimensión más grande, de verdad: música, imagen y mucho sentimiento, como el que se percibe que viven los seis músicos sobre el escenario y las otras 15150 almas que vibran con ellos, más la que lo hace suyo desde su butaca.


Espero por tanto que el lanzamiento del disco se vea completado con el del DVD y podamos volver a revivir una y otra vez de una  forma global lo que esta fantástica gira nos ha dejado. Gracias por todo lo que me habéis dado y gracias por no temer lo que las próximas “derivas” nos puedan deparar. Estoy preparado para el viaje.



martes, 15 de diciembre de 2015

El despertar de la Fuerza

Entre tanto debate electoral innecesario y vergonzoso y el lamentable comportamiento de algunos de nuestros políticos sólo cabe refugiarse en la confianza de un cambio y en “el despertar de la fuerza”. Sí, sí, digo bien, el único consuelo ante este panorama abrumador es el estreno este viernes de la nueva película de la saga Star Wars, de la que (para qué negarlo) soy un fan incondicional. Tal vez no iré al estreno vestido de soldado imperial, pero el influjo que esta saga ha tenido y tiene sobre mí trasciende lo cinematográfico y se convierte en un acontecimiento vital.


No puedo decir que “La Guerra de las Galaxias” sea la mejor película de la historia (que no lo es), pero para mí tiene un sentido muy especial y me acompaña desde la infancia. Me he emocionado con muchas de sus entregas, he vibrado con su acción y espectacularidad, me reconozco muchas veces repitiendo frases míticas de sus protagonistas y me encanta pensar que en la sencillez de una historia clásica desde un prisma de ciencia ficción reside el verdadero amor por el cine que entretiene y que llena. No sé ni cuántas veces habré visto las tres películas originales, pero no me canso nunca de verlas. El primer recuerdo que tengo de una sala de cine es viendo “El Retorno de Jedi”  y desde entonces he sentido estas películas como si fueran una parte de mí. Reconozco que los Episodios I, II y III son bastante más flojos que los originales (aunque el Episodio III es muy grande por todo lo que suponía cerrar esa historia para los seguidores de siempre), pero con este episodio que se nos viene encima puede volver la esencia original y su magia. De eso intenta convencernos su director J.J. Abrams y espero que lo consiga, aunque sólo por volver a ver al Halcón Milenario o a los protagonistas algo más viejos en pantalla ya tiene muchos puntos ganados.


Habrá que esperar al viernes para sentir si es cierto eso de que “la fuerza” vuelve a despertarse. Me viene a la cabeza cuando hace un año se me ponían los pelos de punta al descubrir el primer teaser de la película. Desde entonces no he querido saber demasiado de la misma porque prefiero sorprenderme in situ, pero por fin ahora es una realidad con la que espero poder seguir disfrutando de esta saga gloriosa como un niño.

Que la fuerza os acompañe.


miércoles, 2 de diciembre de 2015

Baires - A Coruña - Zaragoza

Echo la vista atrás a este mes de noviembre que se nos ha ido y solamente me vienen a la cabeza acordes, sonidos y sensaciones hechas música. Un mes donde los ecos de discos como “Nocturnal” de Amaral, “La Fe Remota” de Fabián, “Longitude” de The Frames, “15151” de Vetusta Morla e incluso “Cambio de Piel”, de una reformada Bebe, me han acompañado diariamente.

Pero también ha sido un mes donde la música se ha hecho más presente en forma de conciertos de esos que se disfrutan a placer, con los oídos bien abiertos y el vello erizado. Hablo de los directos de Ariel Rot y Xoel López que he podido degustar tranquilamente en dos conciertos íntimos a la vez que intensos. Aunque también me he quedado con otros conciertos pendientes de los acontecidos este mes en mi ciudad como los de Tachenko (espero que no se me pase la próxima vez) y Sidonie (mira que intenté conseguir una entrada por todos los medios hasta el último momento, pero no pudo ser…), con los que estoy seguro que también hubiera quedado atrapado desde el primer momento.

Ariel Rot es un clásico entre mis directos y esta vez se ganó de nuevo su trono particular gracias a su carisma inigualable sobre el escenario, que llenó él sólo y sin más armas que sus guitarras y su piano en la Sala López de Zaragoza. Pocos músicos como él, con su sobrada experiencia, son capaces de llenar un escenario ellos solitos y además conseguir que el público no lo note. Porque su aproximación a la actitud más rock del corte de Keith Richards que destila por todos sus poros constató una vez más que Ariel es incombustible y que su repertorio es un lujo para paladares exquisitos donde la guitarra eléctrica consigue engancharte al ritmo de la transformación blues de “Baile de Ilusiones” o el pop brillante de “Sin saber qué decir”, la guitarra acústica te permite resbalar con sutileza sobre la versión tango de “Hace Calor” o la contundencia de “Manos expertas”, y el piano te invita a soñar y estremecerte con la sentida “Para escribir otro final” o esa joya infinita que es “Cenizas en el aire”. Tres partes diferenciadas en el concierto en las que Ariel Rot estuvo acompañado únicamente de su guitarra eléctrica o acústica y de su piano. Y aunque es cierto que con banda suena más stoniano, la intimidad del artista en solitario brinda más oportunidades para la improvisación (tan bien medida por el argentino) o la charla entre amigos con la que poder degustar también alguna que otra anécdota que enriquezca la noche.


El caso de Xoel López merece una mención especial. Había visto al músico gallego con Deluxe y en solitario sin banda, pero esta vez en Las Armas se presentó con una banda de Matrícula de Honor para presentar “Paramales”. Un disco definitivo, imprescindible, memorable. Y su concierto en esta fantástica sala zaragozana (con una calidad de sonido inigualable en la ciudad) estuvo a la altura del citado disco. Los siete músicos que forman parte de la gira imprimen a las canciones de Xoel un aire más firme, más duro cuando lo exige la canción y también más sutil y lleno de matices si es necesario. Mi sorpresa ante la banda que acompaña al músico gallego fue tremenda y gocé de una noche memorable de entre todas las que atesoro por motivos estrictamente musicales. Desde el arranque con el ritmo marcado de las pisadas en “Patagonia” y su declaración de intenciones que es “Hombre de ninguna parte”, Xoel López desgranó canciones como “Caballero” y “Por el Viejo Barrio”, que convencieron más que en su disco de origen coreadas al unísono por todos los presentes, y otras como “Tierra”, “Ningún hombre, ningún lugar” o “Almas del Norte”, que nos mostraron los múltiples registros dominados por este músico, que también supo sorprendernos con la eterna improvisación de “El Asaltante de Estaciones” o el siempre acertado recuerdo a Deluxe con “Reconstrucción” e “Historia Universal”. La despedida con “De piedras y arena mojada” confirmó que esta canción es una de las mejor construidas de los últimos años en el panorama musical español y que el repertorio de Xoel López no tiene fisuras y crece a cada escucha, a cada concierto, entregándonos a uno de los músicos más íntegros de nuestra escena musical.


Lamentablemente el concierto de Xoel López se tiñó de oscuridad al enterarnos de los acontecimientos que simultáneamente se estaban produciendo en París, pero la música consiguió vencer y convencer frente a la barbarie y el sinsentido.

El mes de noviembre podría haberse redondeado con el concierto de Sidonie del pasado viernes, del que sólo he oído halagos, que bien se los merece el trío catalán por su carrera encomiable y por su atrevido disco “Sierra y Canadá”, además de por su directo, que como bien he podido presenciar otras veces, no escatima en energía y consigue sintonizar a la perfección con su público y dar lo mejor de sí mismos. Espero que con su siguiente disco y su correspondiente presentación en Zaragoza no se me escapen y pueda revivir una vez más su destreza y valentía a la hora de hacer música.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Escuchar y escuchar

Sigo extasiado ante la cantidad de novedades que están pasando frente a mí este otoño y que me están dejando sin aliento. Hacía tiempo que no podía juntar tantos discos de calidad en tan poco tiempo. Y claro, así estoy, que apenas me queda tiempo para escribir en referencia a estos discos, ya que cada momento de que dispongo con algo de tranquilidad lo dedico a escuchar, escuchar y escuchar.

Hasta la llegada del otoño eran pocos los lanzamientos que podía señalar como verdaderamente destacables de este año salvo el cóctel de sonidos de "Paramales" de Xoel López o la genialidad en directo del rock bastardo de "Hijos del Pueblo" de Bunbury y Calamaro. También podía sorprender la potente y descarada aventura pseudo-operística de "Drones", firmada por unos Muse más cercanos a sus primeros discos, o la llegada de las guitarras eléctricas al sonido de Mumford & Sons representada en "Wilder Mind". Por supuesto que los cuatro discos citados eran reseñables, pero nada comparado a la tormenta musical desatada desde la publicación de "Crosseyed Heart" de Keith Richards el pasado septiembre: un nuevo clásico del rock en toda regla al que no se le puede poner ninguna pega y que nos ofrece al mejor Richards, más inspirado que con los últimos Stones y mucho más arriesgado que con sus compañeros de siempre, aunque sonando igualmente clásico a la vez que rudo y con miles de recovecos a los que sacar jugo. 


A partir de ahí el listón no ha bajado un ápice y he podido rendirme ante la delicadeza de "Didn't He Ramble" de Glen Hansard, que nos muestra al irlandés con uno de los registros vocales más emocionantes que hayamos podido encontrar y del que también hemos podido escuchar este año la imprescindible recopilación con temas regrabados de su grupo The Frames titulada "Longitude". Junto con Hansard, hay que hacer mención por su capacidad de emocionar gracias a una voz única, al pop elegante de "Cast in Steel", que nos deja a unos A-HA en estado de gracia tras su falsa despedida en 2010 y su posterior parón. 


Si queremos un disco que nos invite a sucesivas escuchas, asegurándonos que en todas ellas descubriremos algo nuevo, ese es el firmado a cuatro manos por Fito Páez y Paulinho Moska "Locura Total", donde más que nunca el rock argentino y la bossa brasileña se dan la mano y casan a la perfección (no esperaba menos del hiperactivo Páez). ¿Y qué decir de la contundencia y oscuridad hecha distorsión de "Nocturnal" de Amaral o la exquisitez y elegancia del mejor pop de autor del leonés Fabián recogidos en "La Fe Remota"? 



Como se puede ver hay para todos los gustos, pero es que no hay nada que sobre en esta selección, os lo aseguro. Además ésto no queda ahí porque podemos seguir rematando lo que queda de año con el pop clásico perfectamente ejecutado de unos Tachenko cada vez más seguros de sí mismos en "El Comportamiento Privado" o el regalo en forma de directo único y vital como es el "15151" de Vetusta Morla. Y todavía quedan cosas por llegar, aunque a partir de ahora le toca el turno a las recopilaciones y reediciones navideñas y llegados a este punto se puede asegurar que con lo que hemos disfrutado hasta ahora podríamos darnos por satisfechos.

Termino como he empezado, con el sonido de uno de estos discos resonando en mi cabeza y considerándome afortunado por ser capaz de sentir con intensidad cada uno de los momentos de paz, euforia, emoción, o energía que me ofrece esta música. Escucho una vez más y me siento un privilegiado porque esta música ahora es también mía, me pertenece. Y soy feliz.

lunes, 5 de octubre de 2015

Innocence + Experience

Esta semana vuelven U2 a España para presentar su más reciente disco “Songs of Innocence”. La última visita del grupo fue con motivo de su gira “360º Tour” y ahora le toca el turno a “Inocence + Experience (I+e) Tour”. Además esta vez la cita se multiplica por cuatro, ya que el grupo irlandés dará cuatro conciertos en el mítico Palau Sant Jordi de Barcelona. Atrás quedan los grandes espectáculos al aire libre que ofrecieron en los tramos europeos de sus dos últimas giras. Ahora se intenta volver a la cercanía de las “Arenas” o recintos de capacidad media donde el grupo derrochará igualmente espectacularidad y grandes dosis de magnetismo a distancias algo más cortas.


El motivo de publicar esta entrada es que por primera vez no me importa demasiado perderme estos conciertos de la banda. Y no es porque no me guste su disco “Songs of Innocence”, que me encanta, si no porque últimamente los grandes conciertos de estos u otros artistas de su calibre se han convertido en un circo de muy difícil acceso para el común de los mortales debido a la imposibilidad de conseguir entradas, lo que te obliga si quieres asistir a los conciertos a buscar acceso desde la reventa con precios prohibitivos nada lógicos. No sólo es casi imposible conseguir entradas por la vía ordinaria cuando se lanzan a la venta  las mismas, si no que después se puede ver que muchos de los asistentes a estos conciertos son personalidades públicas que apenas conocen a los grupos en cuestión o gente con “demasiado” dinero como para acudir al evento si no es con la única intención de atesorar una entrada con la que presumir en el futuro. ¿Cómo puede ser que se otorguen grandes cantidades de estas entradas a empresas que después se dedican a revenderlas por precios muy superiores o con paquetes de concierto+hotel, por poner algún ejemplo? Este tipo de estrategia comercial para los grades eventos me indigna, pero más allá de todo esto, esta vez no he conseguido que brote en mí la necesidad de volver a ver a Bono y compañía, ya que aún sabiendo que el espectáculo estará a la altura, creo que no van a ser capaces de ofrecer demasiado nuevo a sus seguidores. “Innocence + Experience Tour” es la primera de las giras de los irlandeses en la que no he indagado apenas tras su anuncio y creo que es porque no ofrecerá nada que no hayamos visto antes en sus conciertos a pesar de anunciar un espectáculo interactivo con una pantalla central que se despliega a lo ancho en los recintos en los que actúan cada noche. Pase lo que pase con “Innocence + Experiece Tour” nunca podrá llegar a impresionar como lo hicieron sus míticas giras “ZooTV” y “Zooropa” o el experimento grandilocuente de “Popmart” (a pesar de que en su día recibiera tantas críticas). Creo que tampoco podrá acercarse tanto a sus seguidores como lo consiguieron en el “Elevation Tour” y quién sabe si logrará la total comunión con su público como ocurrió en sus más recientes experimentos como “Vertigo Tour” (realmente impactante aunque ya sin muchas novedades) o “360º Tour” (a mi parecer algo excesivo).


Las giras de U2 siempre serán intensas y destacables, pero su repertorio, que no puede permitirse obviar a los clásicos, es quizá demasiado predecible salvo por un par de sorpresas fuera de lo común en cada nueva gira, Y esto no significa que su repertorio no sea efectivo y potente, que lo es, pero la lástima es que no es arriesgado y carece de la magia que tiene cuando se disfruta de su directo por primera vez. Y es que de sus últimas grandes giras destacan precisamente los momentos menos esperados como “Ultraviolet” en los conciertos de 2009, “The Fly” en el 2005 o “Bad” en el 2001. ¿Cuál será esta vez la sorpresa en su repertorio más allá de “With or Without you”, “Where the Streets Have no Name” o “Pride (In the Name of Love)”? Todas ellas necesarias cada noche, pero demasiado perfectas como para impresionar. U2 es una banda gigante, increíble en sus directos y demoledora en sus propuestas escénicas, pero ya no es una banda fresca e impredecible, lo que deja en el fondo un pequeño sabor agridulce que tal vez justifique mi falta de motivación para haber disfrutado de su directo una vez más.


Cuando termino de escribir esta entrada estará acabando el primero de los conciertos de los irlandeses en el Palau Sant Jordi y seguramente los afortunados asistentes habrán disfrutado de lo lindo con su gran pantalla, la extravagancia de Bono o la infinidad de guitarras paseadas por el escenario por The Edge. Todo el mundo se habrá emocionado con “One” o habrá levantado el puño con “Sunday Bloody Sunday”, pero ¿qué podrán contarnos todos aquellos que regresen a sus casas después del concierto de novedoso o inesperado?

A pesar de todo lo dicho, he de reconocer que algo de envidia sana sí que siento por los que tengan en su mano una de las 72.000 entradas disponibles para ver este espectáculo. Para qué negarlo.


jueves, 3 de septiembre de 2015

¡¡¡A la carga!!!

El verano ha llegado a su fin y tengo que decir que en mi caso lo he exprimido al máximo, recargando pilas como nunca y preparándome para un nuevo curso cargado de nuevas experiencias y retos.

Y como siempre durante estos meses me han acompañado en mi día a día las buenas canciones para vestir de melodías mis paisajes. Algo nuevo y algo de siempre; un poco de todo porque en la variedad y el eclecticismo reside mi verdadera pasión por la música.

De esta forma me he rodeado de artistas como Madonna, que con su reciente "Rebel Heart" en algunos momentos nos devuelve a la Madonna más clásica, o con Counting Crows, que gracias a "Somewhere Under Wonderland" nos regalan algunas pequeñas joyas que no escuchábamos de la mano de Adam Duritz desde finales de los '90. También me he emocionado con las canciones siempre certeras de Glen Hansard mientras espero que publique su nuevo disco, o con mi imprescindible Fabián (¿cuántas veces habré buceado en "Después del incendio"?).

He retomado el rock áspero del "Talk is Cheap" de Keith Richards o el clasicismo setentero del "Made in Japan" de Deep Purple. Me he recogido en los momentos más oscuros con Joy Division o con el resplandor vital a la vez que melancólico de Sigur Rós.

También he intentado darle otra oportunidad al "Back to Black" de Amy Winehouse y reconozco que en algún tema se me ha erizado el vello, aunque para eso los que mejor lo saben hacer son Mumford & Sons, que con su último trabajo "Wilder Mind" están consiguiendo convencerme todavía más.

¿Y qué decir de algunos clásicos como Bob Dylan, del que he retomado "Time Out of Mind" o "Modern Times", y otros con aroma atemporal como Wilco (y eso que su "Star Wars" me parece un mero divertimento sin mucho sentido)?

Otros cada vez más asiduos a mi repertorio particular y que no han podido faltar este verano han sido Arcade Fire, tal vez motivado por las ganas de ver el inminente estreno de su documental "The Reflektor Tapes". Así como Muse, que consiguen atraparme con esos trallazos infalibles que tanto abundan en "Drones".

Todos éstos y otros de mis eternos compañeros de camino como Vetusta Morla, Fito Páez, Xoel López o Sidonie, han pasado por mis oídos en estos dos meses de verano dejando un poso imposible de borrar. Gracias a ellos y a su música puedo emprender una vez más un intenso nuevo curso gritando un ¡¡¡A la carga!!! pleno de energía y cargado de emociones que rescatar en el momento preciso.




jueves, 11 de junio de 2015

Wilder Mind

RIESGO: es la palabra con la que puede sintetizarse "Wilder Mind". El artista que se arriesga debería merecer siempre nuestra atención. Y eso es lo que han hecho Mumford & Sons en su último trabajo: salir de la zona de confort y asumir riesgos. Sin duda este “Wilder Mind” suena más mainstream que sus anteriores trabajos asentados en el folk, pero precisamente este giro es también algo que debemos destacar, porque Marcus Mumford y sus compañeros de equipo podrían haber optado por el continuismo cómodo que seguro les hubiera reportado excelentes críticas y éxito de ventas o asistencia a conciertos, pero con este giro hacia lo aparentemente más convencional asumen el riesgo de ser libres y esperar nuestra respuesta (no deja de ser curioso eso de ser "libres desde el convencionalismo"). Porque creo que de eso se trata el giro de este disco, de dar rienda suelta a lo que les pedía el cuerpo y dejarse llevar por sonidos aparentemente más radiables, pero no por ello faltos de personalidad. Mumford & Sons han dejado por completo los banjos y los han sustituido por guitarras eléctricas que por momentos suenan muy afiladas. Han desaparecido casi por completo las guitarras acústicas junto con la pandereta y el bombo a los que nos tenía acostumbrados su líder y se han transformado en rasgueos de telecaster; e incluso han cambiado pianos acústicos por teclados y ambientes sintetizados junto a algunas programaciones curiosas. Pero después de escuchar el disco muchas veces he de reconocer que siguen sonando a ellos mismos, tal vez vestidos con un traje nuevo, pero con la misma capacidad para emocionar y transmitiendo la intensidad y entereza que caracterizaban a sus dos primeros álbumes.


Muchas veces los músicos se enfrentan al terrible reto de superar con un segundo disco el éxito que alcanzaron con el primero, pero en el caso de Mumford & Sons este reto viene con el tercer disco, que se convierte en un punto y aparte en su carrera que les puede llevar a cambiar su público o simplemente a ampliarlo. Aunque también podría condenarles a recibir críticas por abandonar el sendero trazado en sus primeros discos o, por el contrario, a reconocer el acierto para aquellos que asumen el cambio.

A pesar de todo lo que se pueda decir de este “Wilder Mind” a mi ya me ha convencido y me ha hecho volver a creer en este grupo por intentar sorprendernos cuando lo fácil hubiera sido mantener una línea continuista. En un primer momento llegó a molestarme que sus nuevas canciones sonasen más a Coldplay que a ellos mismos (y eso que soy fiel seguidor de Coldplay), pero ahora veo que era su manera de rebelarse y a la vez de divertirse. Y lo mejor es que cuando acaba de girar el disco no dudas un momento en saber a quién has escuchado: Sí, son Mumford & Sons con las mismas ganas de emocionar y levantar al personal de sus asientos, pero esta vez lo hacen con sonidos eléctricos en lugar de con ecos folk, pero son ellos y me siguen encantando… y si no, se puede comprobar fácilmente impregnándose en los estremecedores acordes de “Snake Eyes” (la indiscutible gema del disco), en la garra de “The Wolf”, en la intensidad de “Tompkins Square Park”, en el tono épico de "Ditmas", en la intimidad de “Cold Arms” o en el magnetismo de “Hot Gates”.

Darse un paseo por “Wilder Mind” es necesario, pero siempre que no esperemos lo que nosotros queremos, si no abriendo bien los oídos y permitiendo que Mumford & Sons nos lleven por nuevos senderos y nos hagan volver a perdernos y enamorarnos, sin importar demasiado si las cuerdas que vibran son de metal o de nylon.


miércoles, 10 de junio de 2015

Parte de estas historias: Entre "Paramales" y "Relatos Salvajes"

Después de varios meses escuchando interesantes críticas de “Relatos Salvajes”, la semana pasada me rendí a esta colección de grandes historias, no por su metraje, sino por su contenido. Y digo grandes porque me parecen totalmente cercanas. ¿Quién no se ha sentido identificado con alguna de estas historias en primera persona? Creo que la magia de estos seis relatos es que pueden sernos comunes en un sentido directamente proporcional a su dureza. Y sí, me han cautivado todas ellas, incluso aquellas que nos resultan tristemente familiares (escalofriante ver la primera escena tras el accidente de Germanwings en los Alpes). “Relatos Salvajes” es tremendamente cautivadora y nos arrastra hasta lo más profundo de nuestro yo animal (un detalle que se hace palpable en los muy acertados títulos iniciales).


Hablando de familiaridad y de sentirse identificado con una sensación o una historia, me ha pasado algo muy parecido con el nuevo disco de Xoel López, “Paramales”. Desde que lo he escuchado no me lo quito de la cabeza y apenas he dejado momentos para otras reproducciones en mi iPOD. “Paramales” es un disco nuevo, pero a la vez resulta muy familiar, parece que haya crecido con nosotros y que Xoel López lo haya confeccionado conjugando su ritmo vital con el nuestro. Como bien ha expresado su autor, “Paramales” funciona como disco “antídoto”, al que poder recurrir una y otra vez en busca de cura. Es sanador por lo acertado de su propuesta y la variedad de elementos que en él se entrecruzan, ejerciendo así de esa cura precisa en cada momento que necesitemos, por diferente que sea su naturaleza. Como ocurre con cada una de sus canciones: unas beben de los ritmos de América Latina, otras del pop anglosajón, otras de la tradición gallega… convirtiéndose en una perfecta simbiosis entre el Deluxe de su última etapa en castellano y el primer disco publicado como Xoel López, “Atlántico”. La grandeza de “Paramales” es que pasa de ser un experimento que aglutina una combinación de canciones de muy diversa índole a ser un compañero de viaje, en el que encontrar muchos momentos para refugiarse. Y ahí destacan “Yo sólo quería que me llevaras a bailar”, “Almas del Norte” o “Todo lo que merezcas”, una canción a la que todos podemos poner una dedicatoria propia para hacerla nuestra. Porque “Paramales” es también un poco nuestro, un disco para degustar con calma, que atrapa, que tiene el don de llamar tu atención como un imán, aunque no sepas encontrar una explicación.


La vida está llena de esos momentos en los que nos sentimos protagonistas de las historias que pasan a nuestro alrededor. Historias de las que no puedes, ni quieres escapar. Historias como las que aparecen en estos “Relatos Salvajes” o en cada una de las canciones de “Paramales”.



viernes, 22 de mayo de 2015

What a lovely day!

Todo el mundo habla de “Mad Max: Fury Road” y yo no quisiera repetirme, pero es que es inevitable hacer referencia a esta nueva obra maestra del cine de acción: Bienvenidos al siglo XXI.

George Miller, director de la trilogía original de Mad Max y también de esta renovada entrega, hará historia con esta película porque ha conseguido que “Mad Max” vaya más allá del género de acción. Es un torbellino imparable de escenas de caos y destrucción orquestadas con una precisión milimétrica y casi perfecta. Es totalmente cierto que la cinta no deja descanso y se te pega a la piel. Eso sí, tienes que tener ganas de lanzarte al vacío y perder la cabeza, porque tu mente se pierde en este conglomerado de fuego, sangre, gasolina y velocidad.


Y lo mejor es que la película es de una belleza visual inconmensurable. Se respira el sudor, la arena y la sangre en cada plano y te aplasta contra la butaca para dejarte totalmente K.O. Ya sé que todo esto se ha dicho en las miles de críticas acumuladas que lleva la cinta tras una semana desde su estreno, pero será definitorio eso de que por esta vez todo el mundo esté de acuerdo. No es ninguna broma, “Mad Max: Fury Road” es un espectáculo de principio a fin.


Su metraje pasa volando (como sus vehículos protagonistas), no deja ni un segundo para el aburrimiento (aunque sí para la reflexión y la moralina en algunas escenas) y consigue que la acción adrenalítica se convierta en tu carburante, notándolo correr por tus venas para nunca soltarte. Esto no es palabrería, es la sensación real que se queda en tu cuerpo tras el visionado de este clásico instantáneo de un nuevo género naciente: el género “Mad Max”. Muchos querrán imitarla, pero estoy convencido de que no lo conseguirán. La criatura de George Miller es única y no tiene “peros”. No se le puede reprochar nada: ni la interpretación sobria de sus protagonistas Tom Hardy y Charlize Theron, ni su diseño de producción excesivo, ni su banda sonora tensa, ni su historia centrada en esa persecución continua. “Mad Max: Fury Road” es de otro planeta y ha llegado para atraparnos y redefinir nuestra forma de disfrutar del cine. Una auténtica gozada de principio a fin. Hipnótica, apabullante, frenética, sucia, desgarrada, penetrante… “Mad Max: Fury Road” es absolutamente magistral.

What a lovely day!




lunes, 4 de mayo de 2015

Cintas de Cassette

Ya sé que son cosa del pasado, pero siempre que recuerdo mi infancia y adolescencia las cintas de cassette tienen un protagonismo fundamental. Hace tiempo que ni tengo forma de poder reproducir estas cintas en mi casa, pues el CD se apoderó de mi discoteca totalmente hace más de 20 años, pero recordar estos cassettes es inevitable. En las reuniones familiares salen a relucir una y otra vez repasando canciones reproducidas en los largos viajes en coche. También recordamos aquellas cintas de sonido sucio y de originalidad mediocre que recopilábamos de artistas de lo más variopintos.

Yo personalmente recuerdo mis recopilaciones hechas desde los 10-12 años para distribuir entre mis amigos de clase e incluso esas cintas donde escondías algunas joyas grabadas de la radio o de la televisión (¡¡Bendita MTV original, sí, la de los años '90!!) para rellenar los huecos finales que dejaba cada una de las caras de la TDK-60 después de haberte grabado en ella el último disco de Sting, por poner un ejemplo. También recuerdo los recopilatorios típicos de los ‘80, que siempre llegaban en formato cassette y que algún amigo te los pasaba en original para deshacer la recopilación a tu gusto (esto era algo que hice una y otra vez con cada “Boom”, recopilación por antonomasia del pop de los ‘80 y ’90, cuya totalidad había que reducirla obligatoriamente a los 90 minutos de las cassettes de mayor capacidad). Y qué decir de las cintas grabadas de algún vinilo en las que podías escuchar el sonido de la aguja y cuyos espacios en blanco entre canciones eran alterados por los cortes secos realizados durante la grabación (toda una proeza tratar de ocultarlos y que los saltos entre canciones sonaran limpios).


Las cintas de cassette coparon gran parte de mi vida hasta los 15 años. Me pasaba horas y horas grabando cintas de recopilaciones, haciendo copias de cassettes originales o de CD’s alquilados e incluso pasando el audio de conciertos emitidos por televisión a estas cintas. Hoy por hoy el sonido es mucho más nítido con nuestros CD’s, pero se ha perdido la magia de hacer recopilaciones y de pasarse discos para grabarlos (ya que hoy todo el mundo comenta ese dichoso “ya me lo bajaré” para después no prestarle atención al disco en cuestión). Además hoy hasta podemos adquirir carátulas para maquear nuestras copias (si es que alguien sigue grabándose los discos que no compra), pero antes también había mucha magia en imprimir tu sello personal al copiar el tracklist de cada disco a la carátula de la TDK (la más popular de las cintas vírgenes entre los melómanos).

Pero lo peor de todo esto no es perder estos detalles que no dejan de ser anécdotas nostálgicas, lo peor es que hoy no nos paramos a escuchar los discos enteros, ignoramos canciones (o bien desde nuestros iPOD o bien saltando pistas de los CD’s) y no prestamos atención a los detalles que ofrecen las obras en su totalidad. Somos demasiado impacientes para degustar un disco de principio a fin, para darle la vuelta a la cara de la cinta. Lo queremos todo rápido y en tandas de 5 minutos. ¿Qué es eso de dedicarle más de 40 minutos a un disco o a una recopilación? Pues esa era la magia de las cintas de cassette. En mi caso es muy difícil que vuelvan, pues hace mucho que sustituí mi vieja colección de cassettes por CD’s de los que presumo de escuchar enteros, sin pasar cortes, y con los que disfruto como de adolescente aunque ya no escuche el ruido de fondo entre pistas. Pero no deja de ser curioso que siga emocionándome cada vez que recuerdo mis cintas, esa colección que perdí en el afán por deshacerse de lo viejo y que se han quedado flotando en ninguna parte a la espera de que tal vez algún día alguien las encuentre y disfrute con ellas. Encontrará clásicos de R.E.M., Depeche Mode o Queen, pequeñas sorpresas caídas en el olvido como algún disco de Hootie & the Blowfish, Smashing Pumpkins o Def Leppard, mi colección pirata completa de los Beatles, conciertos caseros impagables extraídos de radio y televisión como alguno de Peter Gabriel, Elton John u Ocean Colour Scene y alguna recopilación de éxitos dudosos, pero hechas con verdadera pasión.

Y es que las cintas de cassette me acompañaron tanto tiempo que me resisto a olvidarlas por completo. Sirva pues esta entrada como mi pequeño homenaje a todas ellas.

¡¡Hasta siempre!!


martes, 28 de abril de 2015

Entre Nasville, Rubén Pozo y otras sorpresas que nos dejó abril

Este mes de abril tan primaveral se me ha pasado en un suspiro, pero por supuesto nos ha dejado momentos intensos y de gran disfrute para los sentidos. 

Uno de esos momentos verdaderamente placenteros fue el concierto del pasado 17 de abril al que pude asistir en la Casa del Loco. Todos los presentes vivimos una intensa noche de rock a cargo del siempre interesante Rubén Pozo y de Nasville, una banda zaragozana que no conocía, pero con la que disfruté de su sonido contundente y con aroma a clásico como se deja ver en la desgarrada interpretación de su vocalista, la intensidad de su sección de vientos y la sensación épica de algunos de sus estribillos (destacar unos temas más que inspirados como “Quiero” o “Jamás”). Nasville fue todo un descubrimiento y estoy seguro que con su actitud podrán irse ganando un hueco más que merecido en nuestro panorama musical local (quién sabe si también más allá…). 


Lo de Rubén Pozo se puede decir que es puro rock & roll. No solo en sus formas (que cada vez me recuerdan más al carismático Ariel Rot), sino también en su sonido heredero del descaro de Keith Richards. Rubén Pozo es un artista que tiene que desprenderse del lastre de “Pereza”, pues él solo tiene mucho peso en sus composiciones y mucha personalidad marcada por su voz, más frágil que la de muchos compañeros de generación, pero única. Además la actitud de Rubén Pozo convence porque no huele a pose, es real y engancha. Temas como “Esta es mi canción”, “Tonto de tanto (r’n’r)”, “Margot” u “Ozono” (con un increíble solo final que nos trasportó a otro lugar) sonaron en su concierto de presentación de “En Marcha”, un segundo disco quizá con una producción más notable que aquel “Lo que más” con el que debutó en solitario hace tres años, pero algo más lejos que éste en calidez y originalidad, pero no por ello menos recomendable.


Este concierto subió la intensidad del mes de abril, aunque también lo ha hecho el disfrutar de alguna joyita discográfica que se ha asomado por mi ventana. Hablo de “Chasing Yesterday”, segundo disco en solitario de Noel Gallagher tras la separación de Oasis. Tal vez menos inspirado que su predecesor, pero con grandes clásicos en su interior. Y es que Noel Gallagher es uno de los compositores de rock británico más reconocibles y a la vez más interesantes de la música anglosajona.


También “Hijos del Pueblo” ha llegado a mis manos y sorprende por su sonido atemporal. Es un directo que podremos seguir disfrutando perfectamente dentro de 15 años sin que haya perdido un gramo de vitalidad ni se haya visto perjudicado su sonido. La selección que recoge este disco con los bises de la gira conjunta que Calamaro y Bunbury dieran por tierras mexicanas entre octubre y noviembre de 2014 se queda corta, pero es un auténtico regalo para nuestros oídos: Interpretaciones de altura, sentimiento a flor de piel y, como ya he dicho, atemporalidad tanto en la selección de temas como en su sonido (tan pronto suena un rock contundente como un corrido mexicano, un bolero o un tango). Increíbles las tomas de “Maldito duende” o “Crimen” y tremendos los nuevos clásicos redefinidos como ocurre con “Sin documentos” o “Estadio Azteca”. ¡¡Qué ganas tenía de tener este disco en mis manos!!


¿Y qué me decís de lo que está por llegar? Deseando estoy de escuchar si el nuevo disco de Mumford & Sons sigue logrando conmoverme con cada canción o si ese cambio de rumbo que recuerda más a Coldplay que a su folk característico se queda en un intento fallido de sonar más mainstream. Y no digo que los temas que han lanzado hasta ahora no sean buenos, que lo son, pero no suenan a ellos, y eso me hace dudar…


¿Se puede pedir algo más a este mes de abril? Pues hombre, por mi parte no he olvidado a Sabina y sus “500 Noches para una Crisis”, a Wilco y su equilibrado recopilatorio “What’s your 20?”, a los juegos neo-pop de Madonna y su “Rebel Heart”, a Mikel Erentxun y su aventura vital que es “Corazones” o a los clásicos Depeche Mode con “Live in Berlin” de su última gira presentando “Delta Machine” (uno de sus directos más acertados, sin lugar a dudas). 

Y si a esto le hubiera sumado la gira “Carta Blanca” de Quique González (con entradas agotadas en un suspiro para sus dos noches zaragozanas), el último montaje-tributo de Pink Tones o la presentación de “Babilonia” de Revolver (tres citas que por diversos motivos me he dejado en el tintero) el mes de abril hubiera terminado siendo casi perfecto.

Y es que no puede pasar ni un día sin música.


sábado, 11 de abril de 2015

"500 Noches para una Crisis" en Zaragoza

Las vacaciones de Semana Santa ya son cosa del pasado y la vuelta al día a día es un hecho, pero sin duda se lleva mucho mejor con el recuerdo de la noche del pasado día 28 de Marzo en la que la gira “500 Noches para una Crisis” recaló en Zaragoza.

Todo lo vivido en aquel mágico concierto será difícil de olvidar, pues fue uno de los más especiales de los que he visto de Sabina, por no decir que fue el mejor de todos ellos (y son unos cuantos).


Después de unos meses esperando volver a ver a Joaquín Sabina con una gira que prometía ser mítica llegó por fin el día. Había intentado no saber demasiado de lo que vería esa noche y hasta había guardado mi copia del disco “500 Noches para una Crisis” sin escuchar para sorprenderme más con lo que nos deparase el repertorio, aunque era inevitable saber algo de esta gira de la que todo el mundo hablaba. Ya en diciembre, con los conciertos que el ubetense dio en Madrid y Barcelona, sus seguidores pudimos imaginar lo que serían estos conciertos: una celebración por todo lo alto del disco más reconocido de todos los publicados por Sabina y un pequeño repaso a algunos de los temas de mayor calado de su repertorio. Y es que el disco “19 días y 500 noches” sonaría prácticamente entero y en su orden original. Una apuesta arriesgada para cualquier artista que presente un disco completo en directo, aunque para el maestro Sabina interpretar este disco tal y como fue parido no iba a suponer ningún problema, ya que se defiende perfectamente como una colección de canciones atemporal y vibrante. Y es que “19 días y 500 noches” es un disco prácticamente redondo, que no pasa de moda y que el público de Joaquín agradecemos siempre en cada escucha.


Así que la parada de “500 Noches para una Crisis” en Zaragoza iba a ofrecer un espectáculo previsible en cuanto a repertorio pero no en cuanto a emociones desbordadas. Joaquín Sabina estuvo inmenso desde los primeros acordes de “Ahora que…”, y su banda (repleta de compañeros inseparables) nos ofreció las mejores interpretaciones posibles de este cancionero, que se mantiene solo por sí mismo, pero el mimo con el que fue acariciado por Pedro Barceló, Josemi Sagaste, Jaime Asúa, Mara Barros, Antonio Gª de diego y Pancho Varona lo hicieron único, como presentado de forma individual para cada uno de los asistentes al Pabellón Príncipe Felipe de la capital aragonesa. Sabina y su banda nos cantaron al oído de una forma inmejorable (puedo decir incluso que la voz del maestro sonó mejor que en sus últimas giras, con más cuerpo y entereza). Además se les vio disfrutar a todos en el escenario: a Mara con sus guiños sensuales hacia el maestro y su voz de terciopelo, a Antonio con sus reconocibles y precisos punteo a la guitarra, a Josemi con su toque de viento dorado (y su falda escocesa, claro), a Pedro con su pegada precisa, a Jaime con su actitud roquera y a Pancho con su espíritu solemne y su camaradería inquebrantable. Y Joaquín, qué deciros de Joaquín… pues que casi hacía que se me saltaran las lágrimas cada vez que le veía sonreír en el escenario, pero sonreír de lo mucho que se le veía disfrutar con cada canción. Además estuvo tremendamente inspirado en los comentarios de las canciones y en los diferentes gestos con sus compañeros de escenario.


¿Qué más puedo deciros de este magnífico concierto? Pues que a mí me sonó a despedida, pero unida a una celebración por todo lo alto. Sabina nos sorprendió con algún tema inesperado como “Mater España” o la emocionante “Peces de Ciudad”, e incluso se reservó un pequeño homenaje a Roberto Zimmerman con su versión de “It ain't me, babe (Ese no soy yo)”. Sus clásicos como “Y sin embargo”, “Princesa” o “Contigo” sonaron mejor que nunca y “Más de cien Mentiras” me hizo levitar, consiguió que me sintiera muy afortunado por ser uno de los privilegiados en asistir a esta gira única e irrepetible, con un Sabina que a sus 50 y 15 sigue sabiendo darnos lo que más nos conmueve, lo que nos une fuertemente a una música que es parte de cada una de nuestras vidas, que ha crecido con nosotros y que no se olvida nunca.


Ojalá me equivoque y ésta no sea la última gira de Sabina, pero si fuera así podría decir que se despidió de la mejor forma posible: con un repertorio sólido y acertado, con una escenografía cargada de detalles (muchos de los cuadros representados en escena eran tremendos) y con una energía pletórica, mejor que nunca. El Sabina más emocionante y emocionado.


martes, 24 de marzo de 2015

Este es el momento de... Elefantes

Una vez más lo han vuelto a conseguir. Elefantes han hecho que vuelva a emocionarme y a sentirme lleno. Me han llevado hasta lo más alto y me han permitido saborear unas canciones que desbordan humildad, honestidad y vitalidad. Unas canciones que se sienten, que se hacen también mías, que enfocan cada momento con nuevos colores y destilan buenas vibraciones.

El pasado viernes 20 de marzo asistí al concierto que Elefantes dieron en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza. Hacía un año que los había visto en esta misma gira de su último disco “El Rinoceronte”. Entonces arrancaban la ronda de conciertos y ahora, tras muchos kilómetros recorridos y muchas plazas toreadas, la gira se ha transformado y el repertorio ha crecido. Elefantes están mucho más cómodos en el escenario (y es que hay que entender que cuando volvieron con “El Rinoceronte” el grupo llevaba separado 8 años) y las canciones suenan mucho más directas, mucho más sueltas. Me encantó ver la transformación del repertorio y del espíritu de la gira tras este año completo de rodaje. Zaragoza era testigo de esto y nos hacía partícipes a todos los presentes en el concierto del viernes de una experiencia más valiente y a la vez más íntima y por momentos más nervuda. “El Rinoceronte” estaba de vuelta, pero esta vez con más contundencia, más energía y también con más verdad. Conciertos como éste son de los que no se olvidan, de los que transmiten y su poso queda dentro de ti para poder volver a él una y otra vez.


El concierto comenzaba asumiendo más riesgos, sorprendiendo con un tema de su primer disco, el olvidado “El hombre Pez”, concretamente con una canción reposada, pero eterna, de las que te permiten entrar en el ambiente deseado por el grupo poco a poco. “No quieras más” era la primera gran sorpresa de la noche y el concierto no había hecho más que empezar. Después se sucedieron algunos temas de su último disco para volver a sorprendernos con la que para mí fue la canción más emocionante de la noche: la versión de “Lucha de Gigantes”. Una de las canciones que más me emocionan y con la que Elefantes se atrevieron con su visión particular después de haberla compartido con el maestro Antonio Vega muchos años atrás. Otra grata sorpresa por lo inesperado de la misma fue la interpretación de “El Sueño”, uno de los temas más enigmáticos de “El Rinoceronte” que nos dejaba a un Hugo Toscano totalmente inspirado en su solo de guitarra final y cuyo ambiente pesado y reflexivo nos sugería el camino que Elefantes habían recorrido desde que se iniciase esta gira un año atrás. El grupo catalán había caminado hacia la introspección y la emoción a partes iguales y la interpretación de temas más oscuros o con un mayor calado emotivo en su interior daba buena muestra de ello. El resto del concierto me permitió volar de nuevo con temas tan certeros como “Por verte pasar”, el siempre gigante “Azul”, el trío de garra y pulso de “Abre más ancho el camino”, “Me llega información” y “Somos nubes blancas” o su bomba de relojería siempre a punto de estallar: “Piedad”.

En la tanda de bises un nuevo regalo: la interpretación de “La Felicidad”, el que fuera el tema de presentación del experimento “Bushido” compartido en el año 2003 por Shuarma, Carlos Ann, Morti y Bunbury. El tema más potente y salvable de ese disco volvía a brillar en manos de Elefantes, que lo hacían plenamente suyo, y el acierto en su elección era recibido con un coro entusiasmado por todos los presentes. Y si de emoción estuvieron las dos horas del concierto repletas, la mejor muestra de ello fue la manera en la que el grupo se despidió de Zaragoza: con una interpretación sentida e impactante de “Momentos”, el tema más redondo de su regreso. Una canción que todos podemos hacer nuestra, que invita a aprovechar nuestro momento y a cambiar, a gritar, a sentir… “este es el momento”.


Sin duda, una vez más Elefantes consiguió emocionarme y regalarme una noche intensa a la que solamente puedo sacar una pega: la manera en la que la organización del Teatro de las Esquinas nos expulsó de la sala principal del concierto. Casi no habían dejado de tocar Shuarma y compañía cuando nos echaban del recinto “con malas maneras”. Y es que a algunos  nos gusta disfrutar del poso que deja un concierto in situ, pero está claro que en el Teatro de las Esquinas impera más el orden y la frialdad en el trato a los que amamos la música. Eso no quita para que el recinto sea de los más apropiados para este tipo de eventos en nuestra ciudad, porque una vez más el sonido fue increíble, que al fin y al cabo tiene que ser lo más importante de un concierto.

Quiero terminar dejando constancia de una sensación que me persigue desde el pasado viernes: “El Rinoceronte” sigue vivo y Elefantes nos invitan con cada concierto, con cada canción, con cada acorde a que “pasemos sin miedo”.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Joyas escondidas

Uno de los mayores placeres con los que sigo gozando es el de escuchar un disco por primera vez. El de dejarte llevar por los nuevos sonidos de ese artista que te dice algo directamente a ti en primera persona. Y cuando ese placer llega sin que lo hayas esperado, sin ni siquiera saber previamente de él, es todavía más placentero. Es como si esos 50 minutos en los que dejas el disco sonar estuvieras a solas con ese artista sintiendo al 100% sus emociones, sus inquietudes, los verdaderos motivos por los que hacerse presente con sus canciones. Cuando eso ocurre aparece la MAGIA.

Estos días estoy atrapado por dos grandes discos aparentemente muy diferentes entre sí, pero que me provocan una inmensa emoción al escucharlos. Se trata de los últimos álbumes de James (“La Petite Mort”) y de David Gray (“Mutineers”). Ambos discos los encontré en las estanterías de la fnac mientras buceaba en ellas intentando encontrar algo nuevo e inquietante. Y allí estaban. Dos discos de los que no había escuchado nada sobre su gestación o publicación el pasado año. Y me da mucha rabia porque estos son artistas a los que admiro y no entiendo como hoy por hoy, con toda la información musical que ofrecen las redes sociales, habían escapado de mis manos… Pero a la vez, el encontrarlos de manera fortuita, sin saber de su existencia, los hizo todavía más golosos. Inmediatamente después estaba contando los minutos para poder escucharlos sin prisa, como un verdadero regalo. Y es que cuando me encuentro con una de estas sorpresas muchas veces espero a escuchar el CD cuando tenga tiempo para poder hacerlo como verdaderamente se merece. No llego a casa y dejo que el disco suene cuando no puedo prestarle toda la atención necesaria, sino que espero el momento preciso, el que me deje saborearlo nota a nota, minuto a minuto.


Y esto es lo que me ha pasado con estos dos álbumes magníficos. El primero de los dos, “La Petite Mort”, del combo de Manchester, James, es una delicia. Pura emoción unida a una formación precisa en su interpretación. Tim Booth demuestra una vez más que tiene un carisma como frontman digno de admiración, pero que además es arropado por el pop-rock clásico de unos maestros que saben construir auténticas perlas como “Moving On”, “Interrogation” o “All I'm Saying”; clásicos instantáneos. ¿Cómo es posible que una banda tan enigmática y sólida sea ninguneada en nuestro país? ¿Cómo puede ser que ningún medio haga referencia a un lanzamiento tan inspirado como éste? La única ventaja de esto es poder encontrarte con “La Petite Mort” como si de un regalo se tratase. Un regalo único y en exclusiva para unos pocos elegidos que seguimos inquietos y en búsqueda.


El otro de los álbumes encontrados es “Mutineers” de David Gray. Uno de los artistas a los que más admiro por su sentimiento desbordante en cada una de sus composiciones. Un músico que combina lo mejor de la canción de autor con un espíritu que trasciende el folk para adentrase en una actitud y unas estructuras pop muy elegantes y con sabor a clásico, pero increíblemente muy poco valorado en nuestro país. Tan solo sus éxitos de masas como “Babylon”, del mítico disco “White Ladder”, o “The One I Love”, de su obra cumbre “Life in Slow Motion”, han sido mínimamente considerados en nuestras fronteras, mientras que otros lanzamientos de gran calibre como “Draw the Line” o “Foundling” han pasado totalmente desapercibidos. Tal vez sea nuestra ignorancia musical en la tradición anglosajona, o nuestra pereza ante nuevos retos, pero lo cierto es que la figura de uno de los artistas más grandes de su generación se ha quedado en el olvido en nuestro país y eso no debería ser normal. Con “Mutineers” David Gray vuelve a alcanzar la gloria, vuelve a tocar el cielo en forma de canción con temas como “Back in the World”, “As the Crow flies” o “Snow in Vegas”, auténticas obras de arte tejidas con la particular voz y la infinita profundidad de su protagonista.

Esto es lo mejor de encontrar joyas escondidas: Pensar que han estado ahí ocultas esperándome a mí, a que las haga parte de mi vida, a que se graben dentro de mí para nunca más ser olvidadas.



domingo, 15 de marzo de 2015

Hijos del Pueblo

La noticia musical de estos últimos días no es el regreso a la palestra de Madonna con su previsible “Rebel Heart” (creo que la artista ya no se sabe reinventar a pesar de lo que nos quieran vender), ni el arranque de la gira española de Sabina conmemorando los 15 años de “19 días y 500 noches” (a pesar de que esté deseando que llegue el momento de disfrutarlo en directo). Tampoco lo son los detalles del regreso de Muse con su disco “Drones” (un título que hace referencia a la teoría conspiratoria que ronda en la cabeza de su líder Matt Bellamy) ni el single de adelanto del próximo lanzamiento de Mumford and Sons alejado de su folk característico (pronto veremos si “Believe” es solo un experimento o es que el disco “Wilder Mind” suena definitivamente a Coldplay por todos los poros).

La que para mí ha sido la noticia más inesperada y a la vez más agradable de nuestra música en este arranque del mes de marzo ha sido el anuncio de la publicación de un disco conjunto entre Calamaro y Bunbury que sirve de testimonio de la gira conjunta que estos dos artistas mayúsculos realizaron el pasado mes de octubre en varias ciudades mexicanas. Aunque al parecer esta gira se limitó a que ambos artistas compartieran un set en común en la parte final de cada concierto, habiendo defendido previamente una parte del espectáculo en solitario cada uno de ellos, era necesario que esta gira quedase recogida en un disco por lo interesante de su propuesta y lo inusual que es ver a artistas de este calibre juntos sobre un escenario. Además el hecho de que la gira no pasase por España hacía necesario recoger en un documento histórico este acontecimiento que muchos seguidores no pudimos disfrutar.


Y es que Calamaro y Bunbury se unieron en gira en su mejor momento como artistas. Los dos venían de defender en intensos espectáculos unas obras inmensas (podría decir que sus discos más inspirados). Tanto “Bohemio” como “Palosanto” eran sobresalientes, nos regalaban lo mejor de ambos artistas y las giras con las que los estaban defendiendo también eran de las más acertadas en sus carreras (sirvan como ejemplo de lo acontecido en estas giras los discos “Madrid, Área 51” de Bunbury o “Pura Sangre” de Calamaro; simplemente increíbles). Por eso, no sabemos cómo será todavía “Hijos del Pueblo” pero seguro que se convertirá en imprescindible por recoger un momento de gloria de ambos artistas, una gira única y difícil de repetir.


Estoy convencido de que podremos sacar algunas pegas a este lanzamiento, como que los músicos no compartieron todo el tiempo el escenario y se limitaron a aparecer juntos solo durante el tercer acto de los conciertos, pero también estoy seguro de que por esta tanda de “bises” compartidos merecerá la pena este documento (que para ser perfecto debería acompañarse también de DVD). Porque escuchar juntos a dos maestros del rock en castellano es algo que no se puede pasar por alto. Gracias por adelantado.


Como aperitivo os dejo con "Más alto que nosotros solo el cielo", del directo "Madrid, Área 51" de Bunbury, y "Paloma", recogido en "Pura Sangre" de Calamaro.



jueves, 19 de febrero de 2015

Artista y Público de la mano

La magia de vivir un concierto en una sala pequeña es algo increíble. Cada segundo del concierto, cada nota interpretada, cada gesto de sus protagonistas… se convierte en un regalo que hay que saber degustar para dejarse llevar.

Hacía tiempo que no asistía a un concierto íntimo, como los que acabo de describir. Y en menos de un mes ya he podido vibrar con dos de ellos. El primero se produjo terminando el mes de enero en la mítica “Lata de Bombillas” donde pude disfrutar del directo de Eladio y los Seres Queridos presentando su último disco “Orden Invisible”. Llevaba mucho tiempo deseando ver a Eladio Santos y compañía en directo y la verdad es que fue un verdadero placer, con el que pudimos emocionarnos todos los allí presentes. El segundo de estos conciertos fue el que ofreció Big Boy, el alma de El Factor Humano, el pasado viernes en “La Senda del Delirio”, un local que no conocía y que me pareció muy adecuado para este tipo de eventos.

Con ambos conciertos pude relajarme y disfrutar de cada momento. Porque un concierto en la intimidad transmite por todos los poros. En un concierto “pequeño” se respira honestidad y plena conexión con el público. Es en estos momentos donde podemos reconocer de verdad el mérito de los artistas de enfrentarse a una audiencia exigente y que sabe apreciar y analizar cada movimiento, lo que puede convertirse en todo un reto para sus protagonistas.

En el concierto de Big Boy eché en falta más espacio para sus composiciones propias en castellano y así poder degustar otras joyas como “El cielo puede esperar”. Las versiones funcionaron, sobretodo en los temas a dúo, pero me queda pendiente un concierto de El Factor Humano al 100%, con una banda de peso que apoye las atrevidas composiciones de Big Boy. Además, su nuevo disco “Baja Confirmada” promete, y tras escucharlo en directo sé que volveré a él más de una vez. Podéis llamarle magnetismo o carisma, y eso es algo que le sobra a Jorge Big Boy.


En el concierto de Eladio y los Seres Queridos no sobró nada de nada. Los cuatro componentes de la banda ofrecieron un concierto potente y eléctrico a pesar de encontrarnos unos pocos espectadores, lo que podría inclinar más el repertorio hacia el intimismo. Pero no fue así. Eladio agarró su guitarra y explotó “La Lata de Bombillas”, desgranado casi por completo su más reciente creación “Orden Invisible” y dejando algunos de los momentos más brillantes para los recuerdos a su anterior trabajo “Están Ustedes Unidos”. Como todos los presentes, agradecí muchísimo la incursión en el repertorio de “Espanha a las 8”. Un tema de la primera etapa del grupo que no estaba previsto y que me permitió vislumbrar a un artista valiente, aunque injustamente poco reconocido. Otros temas que me hicieron despegar fueron “La Cruz” o “Con el Corazón en la mano”, donde destacó su descaro, “La Misa” y su acierto temático, la intimidad de “Highway to Heaven” o “Te espero aquí” (con su origen mágico) y el recuerdo al argentino Charly García en “Los Dinosaurios” (un tema de rabiante actualidad). Estoy deseando volver a ver en directo a estos monstruos que saben lo que es la música y su sentimiento, que saben lo que es ganarse a un público nada conformista y que aprueban por su valentía y su gran sentido del humor en cualquier escenario posible.



Pero lo mejor de estos conciertos, como ya he dicho, es su cercanía. El permitirnos a los enamorados de este arte poder compartir de tú a tú las canciones y sus experiencias con sus protagonistas, donde artista y público se dan literalmente la mano. No podemos perder nunca estos momentos mágicos.



viernes, 6 de febrero de 2015

La Inesperada Virtud de la Ignorancia

Habrá pocas películas que eclipsen a “Birdman” este año. Estoy seguro. Y es que la última propuesta de Alejandro González Iñárritu es ya un clásico.

Enfoca el cine de una manera totalmente novedosa, con un plano secuencia forzado e imposible, que consigue atraparte e hilar como nunca la acción de los intensos días vividos por sus protagonistas. Pero no solo por este plano secuencia tan comentado es original la película. “Birdman” es mucho más que eso. Es un canto a la creación y a la lucha de sus protagonistas. Es una propuesta abierta hacia un cine mucho más directo y valiente. Un cine que se asemeja más a un teatro (como el que se representa en la película) y donde la interpretación desgarrada y vital es una exigencia. Y es que las interpretaciones de “Birdman” son su mejor ingrediente: Michael Keaton está asombroso, totalmente creíble, en el papel de su vida; Edward Norton es una bomba y le da a la película el toque más descarado, estando siempre a la altura de los más grandes; Emma Stone impresiona y convence, se despoja de su fragilidad y encaja como pieza maestra del puzzle…


“Birdman” respira también libertad. Es un salto al vacío en toda regla por parte de su director. Siempre me habían fascinado las dramáticas historias de las películas del mexicano (aunque destacando por encima de todo las de su ópera prima “Amores perros”), pero ahora salta sin red y vuela hasta lo más alto, ofreciéndonos un cambio de registro valiente y necesario. Iñárritu se convierte en un nuevo director tocado por la varita mágica del buen hacer, de aquel que sabe dar pasos de gigante sin miedo, asumiendo riesgos y, al final del camino, consiguiendo convencer, incluso más si cabe, que con sus anteriores historias.

“Birdman” es al mismo tiempo cine de siempre y cine renovador. Te hace disfrutar desde el primer minuto y tensa tu pulso al ritmo potente de la batería machacante que hace de banda sonora. “Birdman” te hace sentir como su protagonista, en su misma piel. Te hace volar con él y caer a lo más profundo.


No podéis pasar por alto una película como ésta porque es cine del que pocas veces se ve, en el que cada palabra cuenta, cada detalle asombra, y en el que cada minuto se deja degustar como si no hubiera nada más en el mundo. ¡Menudo regalo!


lunes, 2 de febrero de 2015

La Isla Mínima

Comenzamos una semana muy importante para el cine español debido a que el próximo día 7 se entregarán, como cada año, los premios Goya. Y antes de que llegue esa fecha creo que puedo vaticinar que los principales premios serán para “La Isla Mínima”, película que pude ver la semana pasada y que, coincidiendo con la gran mayoría de los críticos españoles, tiene todas las papeletas para alzarse con los principales galardones.


Y es que la película merece un puesto destacable en nuestra filmografía. Y no lo merece por su historia, que a mi parecer no es excesivamente original y cuya trama no presenta demasiados momentos sorprendentes, sino por la manera de contarla. Por su fotografía en tonos ocres y grises (como la época retratada), por su claustrofobia a la hora de narrar cada pasaje (con un dramatismo axfisiante), por sus interpretaciones contenidas y crudas, por su música minimalista con la que se saborea mejor cada plano… Hay muchas razones por las que esta película ocupará un puesto especial y casi único en nuestro cine debido a que no estamos acostumbrados a ver este tipo de tramas en el cine patrio, algo que parece que su director Alberto Rodríguez está dispuesto a cambiar como ya demostrara también en su anterior cinta “Grupo 7”.


No soy de los que afirma que ésta es una de las mejores películas españolas en muchos años, ni que recuerda a Fincher y al ambiente que se respiraba en “Zodiac”. Me parece que eso es algo exagerado y tal vez forme parte de una estrategia de marketing. Pero es cierto que “La Isla Mínima” nos muestra un cine español poco habitual, cargado de matices, con interpretaciones sobresalientes (Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo se complementan a la perfección), con planos magistrales (aún estoy seducido por los cenitales recurrentes) y con la capacidad de atraparte e inquietarte a partes iguales.

Tal vez lo pasé mejor con “El Niño”, que me entretuvo como las mejores películas de acción americanas, pero “La Isla Mínima” ha conseguido que mi cabeza vuelva una y otra vez a ella. Y eso es algo propio del mejor cine.


lunes, 19 de enero de 2015

Cita obligada cada mes de enero: El Dakar

Como ya sabéis los que me conocéis bien, todos los meses de enero comienza para mí la prueba más interesante del mundo del deporte: el rally Dakar, que me atrapa y me emociona a partes iguales.


No soy seguidor de otros rallys, ni de los mundiales de motocross o enduro, pero el Dakar trasciende lo deportivo y se convierte en una prueba única, que mezcla el viaje personal y la competición, una auténtica prueba de superación más que una carrera en sí misma.


Es inevitable conmoverme todos los años con cada una de las historias que rodean la prueba y quedar impresionado por las tremendas imágenes de todas las etapas de la carrera más dura del mundo.


Por eso guardo un pequeño espacio otro año más en mi blog para felicitar a los grandes pilotos que han formado parte de este acontecimiento deportivo y vital: a Marc Coma por su quinta corona, a Laia Sanz por hacer historia, a Nasser Al-Attiyah por aprovechar al máximo su oportunidad en Mini, a Mardeev y su Kamaz por dejarme sin aliento dominando su camión... y a todos aquellos que hacen de este rally una verdadera lección de deportividad y valentía: a Joan Barreda, Joan Pedrero, Gerard Farrés, Txomin Arana, Albert Llovera, Xavi Foj, Nani Roma, Carlos Sáinz y tantos otros que hasta el último kilómetro han sabido brindarnos grandes momentos que serán recordados durante todo el año, hasta que el próximo enero podamos volver a ver arrancar otra edición de este rally.


Como dice Juan Porcar, uno de los pilotos de esta dura prueba: "el Dakar es vida, el resto es una pausa".