lunes, 26 de mayo de 2014

"Always in my Head" o el bálsamo de "Ghost stories"

Ya sabéis todos que este año no está siendo nada fácil para mantener este blog activo. Las temidas oposiciones se acercan y el tiempo apremia. Pero todo se lleva mejor si le añades un poco de música a la rutina diaria.

Este último mes se resume entre “Bailar en la Cueva” de Jorge Drexler, “Sierra y Canadá” de Sidonie, “La Deriva” de Vetusta Morla o el reciente “Ghost stories” de Coldplay. También sigo dejándome caer entre “El Rinoceronte” de Elefantes, “Bohemio” de Andrés Calamaro  y un disco que lleva camino de convertirse en clásico, el espléndido “Val Miñor-Madrid” de Iván Ferreiro.

Pero si hoy os quería hablar de alguno de estos discos es de “Ghost stories” por el efecto balsámico que está proporcionándome. Muchos están diciendo que Coldplay han vuelto al sonido de sus orígenes (comparándolo con su álbum de debut “Parachutes”), más íntimo y emocional. Otros nos dicen que estas nueve canciones suenan aburridas y que no ofrecen nada interesante. Otros vuelven a arremeter contra sus singles más pop como “A Sky full of Stars”. Y yo me quedo con la emoción que me transmite. Como siempre, intento dejarme llevar por las sensaciones que me dejan los discos y no tanto por sus críticas. Y si, a mí me encanta “Ghost stories”. Me emociona. Me parece muy valiente y muy sincero. Es un disco que seguro será recordado dentro de unos años por los riesgos que asumió, por su producción delicada pero asentada en la electrónica más intimista y los bajos marcados. Y entonces seguro que le lloverán alabanzas. Parece que muchos críticos solo se conceden hablar en positivo de algunos discos cuando pasan los años y, por supuesto, son esos mismos críticos los que no pueden reconocer los aciertos de los grupos que ellos consideran “de masas”.


Coldplay me siguen enamorando y vuelven a convencerme por su energía, aunque esta vez sea transmitida de un modo más sosegado. Me descolocan y a la vez me atrapan cuando escucho un disco tan opuesto a “Mylo Xyloto”, una fórmula que parecían dominar pero en la que no quieren volver a caer. Y consiguen que cuando termina la delicada “O” no puedas evitar volver a empezar por esa maravilla que es “Always in my Head” (que como indica su título se queda siempre merodeando en mi cabeza), vuelvas a mecerte por la serenidad luminosa de “Ink” o “True Love”, te rindas a sus pies con la enigmática y brillante “Midnight” (creo yo que todo el mérito de la canción no es de Jon Hopkins, ¿verdad?), vuelvas a su desnuda sencillez de antaño con “Oceans” y te levantes después de haber caído con “A Sky full of Stars” (con unos coros finales que recuerdan al cierre de "Viva la Vida" e incluso con un guiño a "Brown Sugar"). 

Me parece un disco soberbio, arriesgado y a la vez sereno, como sabiendo en qué lugar están como grupo, pero sin querer conformarse con lo cómodo, sin repetir fórmulas. Como reza su single “Magic”, a este disco tal vez le faltan guitarras, pero tiene mucha magia (para aquel que se aleje de prejuicios y quiera escuchar).

Sé que a algunos os parecerá exagerado, pero definitivamente “Ghost stories” consigue llenarme los días de esperanza y afrontar la realidad con un poco más de calma.